Jair, autor de dos tantos de cabeza consecutivos, ha calcado la ejecución de los cuatro goles que lleva en su etapa en el Real Zaragoza
No es un líder ni un central top, pero Jair Amador, en plenas y duras negociaciones para renovar el contrato que expira en 2023, sí es de esos defensas casi perfectos con la mejor compañía posible para Segunda división. En esta categoría, el fútbol, a lo largo de los encuentros, suele resumirse en la eficacia aérea tanto en defensa como en ataque, en acciones a balón parado para las que se requiere un especialista. Y Jair, penitente y sencillo por contundente con la pelota en los pies, es un experto cuando interviene con la cabeza. En su ecosistema, con el esférico en pleno vuelo, es intratable allí donde activa sus muelles. En las dos últimas jornadas, como lo intenta siempre que hay faltas y corners a favor, ha conquistado el área pequeña para adelantar al Real Zaragoza en Burgos y para capitanear la victoria sobre el Ibiza.
Desde que llegó en 2020, el portugués ha firmado cuatro tantos, el último resultó el primero que conseguía en La Romareda. Todos son calcados: centros de la zona derecha de ataque en saques de esquina o faltas de Bermejo en dos ocasiones, Gámez y Vada que el luso ataca con salto poderoso, por encima de las nubes de defensas, con un giro de cuello mecanizado en los tiempos y una colocación perfecta del posterior frentazo. Se estrenó en un empate en Sabadell (1-1), participó en el festivo 3-3 contra el Real Oviedo en el Carlos Tartiere y esta campaña ha encadenado un par de dianas seguidas en El Plantío y por fin en casa, ante su público. Todos parecen el mismo, un déjà vu de espectacular sintonía y decisión. Donde el portero reina, el central vence con su limpio impulso. El querido Amador es un árbol que ve por encima del bosque.
