Nos hemos acostumbrado a utilizar las «diez plagas de Egipto», «los cuatro jinetes del apocalipsis» o «el anticristo» para justificar la desgracia humana pasada, presente y futura o la calamidad en casos concretos. Serían desdichas de Dios contra el hombre absolutamente inevitables y favorecen transmitir que la culpa de lo que hacemos mal es de todo el mundo excepto de nosotros mismos. Si pensamos en cómo se han engendrado y parido las últimas temporadas con Agapito Iglesias, la Fundación Real Zaragoza 1932 y los inversores extranjeros atraídos por la oligarquía, nos daremos cuenta que ni las tres amenazas citadas al principio le podrían haber hecho tanto daño a un club histórico que se debate en la repetición una y otra vez de sus fracasos.
No sería justo culpar exclusivamente a Miguel Ángel Ramírez del guión escrito en el Martínez Valero de Elche. Le faltan jugadores por lesión, le sobran futbolistas por no dar la talla y espera que el mercado de invierno le proponga alternativas para construir su sistema de juego. Aunque, sinceramente, la deposición postrera con la entrada de Jair en el minuto 89 para arañar el empate era algo que a la mayoría nos dejó impactados por su olor, claramente reconocible por desagradable en decenas de partidos y que siempre terminaba en una derrota en el tiempo extra. Una «cagada» cuyo resultado asumimos como un error colosal y evitable. Y perdonen que al final haya escrito el nombre femenino malsonante que no he podido evitar teclear.
¿Qué le deparará el futuro al Real Zaragoza? Lo desconozco, como le ocurre a todo el mundo. Paco Flores, cuya trayectoria previa y posterior en el banquillo fue limitada, ascendió al Real Zaragoza por la plantilla y los jugadores de la cantera de los que disponía y me alegré por el rápido regreso a Primera División todavía bajo la presidencia de Alfonso Soláns Soláns. Por aquel entonces yo trabajaba en Radio Intereconomía y colaboraba con Antena Aragón y siempre que le entrevistaban para la TV local pedía no sentarse en el mismo lugar que yo por mis críticas al técnico nacido en Barcelona. No sabía que me encargaba previamente de pedir que le colocasen la misma silla que había utilizado horas antes. No conozco a Ramírez, que por edad podría ser mi hijo, pero le deseo que sepa dónde está, la responsabilidad que ha adquirido al firmar por este club y la exigencia histórica a la que está expuesto