El Real Zaragoza se ha puesto a jugar un juego muy peligroso, con todas las cartas bocarriba para sus rivales y para sí mismo. Cada jornada, y esta no será diferente en Burgos (14.00), el conjunto aragonés se enfrenta a un equipo gigante al margen de su tamaño real y a sus incontables limitaciones, que le condicionan para ser creíble. El equipo de Calero, segundo, es el menos goleado y transita a la contra como una manada de bisontes; el Real Zaragoza no le marca al arcoíris con contra diez y mastica el balón sin digerirlo mientras se aproxima sigilosamente a la zona de descenso. Este encuentro, además, lo afrontará de nuevo sin Cristian y como siempre sin delantero centro por lesión de Azón y la inexistencia de Gueye, papel que asume con corajuda valentía Simeone. Llega a El Plantío obligado a reinventarse sobre los cimientos de un presente ruinoso en cuanto a resultados y fútbol. Su mejor argumento es la canción de que en esta categoría cualquiera puede ganar a cualquiera, una copla popular relativamente cierta y mayormente falsa.
La alineación que esconde Escribá, que se sentará en la grada por su sanción de cuatro partidos para dejar su puesto a Generelo, no tiene secreto alguno. Ahora mismo da igual el nombre de los elegidos, aunque en la portería sería conveniente que se diera la alternativa a Rebollo. Gámez o Larrazabal; Francés o Lluís López; Francho o Zapater… El problema del Real Zaragoza está en su plantilla y en rendimientos a la baja, pero también, y no en menor medida, en el delirio de verse incapaz de ver puerta y en un plan desdibujado que va al ataque sin brújula. Para contener este cóctel de achaques antes de que se abra el mercado de invierno, el único lugar donde puede encontrar algún medicina para pasar esta temporada lo más lejos posible del peligro, se necesita una buena dosis de homogeneidad, de solidez colectiva para afear los partidos para incomodidad del enemigo. Ganar o competir desde la miseria no es muy honorable, pero mucho peor es perder desde el convencimiento de los espejismos, y el Real Zaragoza es una enorme falsa ilusión.
No hay líderes por ninguna parte y tampoco parece, aunque está por ver, que Escribá lo vaya a ser. Por lo tanto, la única solución transitoria es convertir al Real Zaragoza en un equipo autónomo, lo más próximo a aquel bloque que se inventó Juan Ignacio Martínez casi con los mismos jugadores para conservar la categoría en dos ocasiones. Sin lírica alguna, aguerrido, con más sangre en los ojos y en las venas que creatividad en la botas. El Burgos, con matices, no está muy lejos de ese modelo. Ese sería el gran triunfo de este domingo diga lo que diga el marcador.
📋 ¡Estos son los 23 jugadores convocados por Fran Escribá para el #BurgosRealZaragoza! #DefendiendoAlLeón 🦁 pic.twitter.com/9bnchBEZOs
— Real Zaragoza 🦁🤍💙 (@RealZaragoza) November 26, 2022