Rico: «El Real Zaragoza del 6-1 al Madrid en Liga era un equipo para ser feliz»

El Real Madrid no ha vuelto a recibir una paliza de esas características en Liga (solo hubo un 2-6 posterior del Barça) desde que la noche del 30 de abril de 1975 el Real Zaragoza de los Zaraguayos aplastó en La Romareda al futuro campeón de Liga. José Luis Rico, lateral derecho de aquel equipo, fue protagonista y testigo de un momento histórico que hoy cumple 41 años. «Era un equipo para ser feliz. Ni por lo más remoto pensábamos conseguir ese resultado, pero había una plantilla magnífica, lo suficiente como para ganar a cualquiera». El equipo que entonces entrenaba Miljanić contaba con los recientes campeones del mundo Breitner y Netzer; con Benito, Camacho, Pirri, Del Bosque, Amancio, Santillana… Pero es cierto, el conjunto aragonés tenía poco o nada que envidiarle y por algo fue subcampeón. «Nos faltó ganar un título», cuenta Rico, «pero jugar de aquella manera y disfrutar así ya era un título en sí mismo».

García Castany marcó tres goles (uno con Rico de asistente), y el resto se lo repartieron Diarte, Arrúa y Simarro. Carriega, al acabar el partido, dijo: «Hemos bordado el fútbol». El estadio, preñado de un público entusiasmado, asistía a una fiesta sin tregua. Los tantos iban cayendo y no de cualquier forma. Un cañonazo, dos paredes, un tiro sin ángulo, un toque sutil para superar al incrédulo Miguel Ángel, quien no dejaba de acudir al fondo de la red para recoger el balón… La orquesta tocaba como lo ángeles. «Es que hubo un momento que el Madrid ni pasaba del centro del campo. Ganamos 6-1 pero pudieron ser muchos más», atestigua José Luis Rico, emocionado al recordar ese encuentro, ese Real Zaragoza al que llegó desde Osasuna después de haber militado dos temporadas en el Indautxu con Ferdinand Daucik. «Yo era extremo y jugaba muy cerca de José Eulogio Gárate. Un día Daucik me puso de lateral y desde entonces me quedé en esa posición».

José Luis Rico

Rico pertenece a esa dinastía de delanteros reciclados en defensas. Y claro, su fútbol estaba condicionado por su genética ofensiva. Encajaba como anillo al dedo en la fisonomía y el espíritu de los Zaraguzayos, un lateral como alma de extremo que hacia de su espacio una elegante autopista. Aquella noche culminó su sueño, una ilusión que nació cuando era un chaval y veía ensimismado a Carlos Lapetra. «Era mi ídolo. Fui un afortunado al poder estar a su lado aunque fuera en su etapa final. Por supuesto también me siento orgullo de haber pertnecido al Real Zaragoza durante nueve temporadas. Algo habré hecho bien», bromea.

«Fue maravilloso estar en un momento tan álgido del club, en aquel maravilloso 6-1 que no puedes olvidar. De verdad que lo recuerdo siempre como algo apoteósico». José Luis Rico no deja de sonreír mientras repasa en la memoria el partido, la lluvia de goles, los abrazos, la afición enloquecida por el espectaúlo «frente a uno de los mejores clubes del mundo de la época». A Nieves, Blanco, Ovejero, González, Arrúa, Planas, Diarte, Rubial… José Luis Rico estaba allí, feliz, muy feliz.

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