El Real Zaragoza está pendiente de lograr la permanencia con una plantilla sin más futuro por delante si logra ese objetivo
En la lista de prioridades, el Real Zaragoza sólo tiene una, la de salvar la categoría, una empresa que le ocupa en exclusiva y le impide hacer más balances ni proyectos. Se ha estancado en lo importante y ha parado cualquier maquinaria de futuro, director deportivo incluido, condicionado en función de si mantiene su estatus en Segunda o se despide del fútbol profesional. Hasta cierto punto está maniobrando con lógica, con la rueda de operaciones detenida a la espera de conocer su destino. Hasta cierto punto está dejando una imagen de preocupante parálisis y vacío institucional que le ha acompañado desde el aterrizaje de la nueva propiedad. La presencia de Jorge Mas en el palco de La Romareda frente al Éibar en un contexto de máxima alerta pasó desapercibida por decisión del club y porque el presidente ha perdido, si alguna vez lo tuvo, vínculo alguno con una afición que le ha desautorizado como personaje de autoridad y palabra creíbles. El fondo de inversión es muy responsable de la lastimosa situación que atraviesa el equipo, en estos momentos en manos exclusivas de su entrenador y de los jugadores. Mientras, la hinchada se parte el corazón y rompe todas las cadenas de sus emociones por el gol de un portero que una hora antes había abierto las puertas del infierno, y perdona y casi olvida, y nunca abandona aun siendo consciente de que es el único generador en funcionamiento al cien por cien para sortear la tragedia.
El Real Zaragoza, objetivamente si es que el fútbol ha aceptado en alguna ocasión este adverbio, no están tan lejos de firmar la permanencia. Con tres victorias en siete jornadas le será suficiente, y por inmensa que parezca su misión y gigantes sus rivales directos, sólo un cataclismo lo evitará. Emite señales preocupantes al borde del acantilado, por donde pasea inestable de fútbol, de seguridad defensiva, de vigor ofensivo, apenas prendido a un tenaz espíritu competitivo como último eslabón. Se quiere creer que con Gabi ha habido una mejoría, pero lo que se ha producido es la conjura del necesitado, la reunión de voluntades para luchar, para sostener el edificio tambaleante con los pilares del carácter que compensen el mínimo de calidades del material con que se ha construido el vestuario, la viga maestra. Pese a todo, le exigencia del calendario favorece el optimismo aunque el Levante sea el primero en aparecer como una cordillera insalvable. Si no da la campanada ante adversarios superiores, le esperan el Racing de Ferrol, el descendido Cartagena, el Deportivo y un Castellón que en último encuentro de Liga pondrá la resistencia justa si llega con los deberes cumplidos. El circuito no es sencillo, pero más por las dudas que genera el vehículo que por el trazado.
La otra cuestión, secundaria hasta primeros de junio pero que conviene tenerla presente, es el provenir deportivo del Real Zaragoza una vez confirme su continuidad en Segunda. Que tiene una plantilla que podría haber peleado por posiciones mucho más altas en la clasificación es una mentira nada piadosa, una tergiversación que no debería permitirse nadie con trece temporadas de falsificaciones a sus espaldas. No hay porteros de garantías, no hay defensas de nivel medio-alto, el centro del campo es un solar donde Arriaga (con su compra en la cartera de acciones a ejecutar), algo de un Guti a medio gas y el pundonor de Francho sólo dan para guerrear con Aketxe víctima de su autismo, Moya de su discontinuidad y Bare de la lesiones, y en ataque Bazdar es un chico con un poco de talento por descongelar, Soberón un delantero solvente al que las lesiones han aplazado el conocer su auténtica dimensión y Dani Gómez, una compañía con silenciador.
Hablamos, claro está, para aspirar el próximo curso a otra cosa que no sea repetir el sufrimiento y la agonía. Se ha sobredimensionado a muchos futbolistas hasta tal punto que le ha hecho flaco favor al equipo. También a nivel individual. Liso, un estupendo extremo que acabará en el Getafe (en Primera, como un Marc Aguado infravalorado en su casa), se ha caído en comparación a su valía real, y a Pau Sans, un promesa cierta, no le dejan expresarse para que lo haga Adu Ares… La salvación se producirá, pero el ahogamiento tiene la pinta de perpetuarse con estos patronos al timón de una nave que dirigen a control remoto, sin botón alguno de sentimiento ni moralidad.