Heráclito de Éfeso, según manifestó Platón y confirmó cientos de años más tarde Diógenes Laercio, expresó la famosa frase: «Todo fluye, nada permanece». Y lo hizo cinco siglos antes de Cristo afirmando que la vida cambia continuamente como un río del que nunca beberás la misma agua. Desde la primera vez que lo escuché le di un significado especial porque me hizo pensar en la existencia terrenal de manera diferente. Son ya diecisiete entrenadores los que han ocupado el banquillo de la Romareda, algunos han salvado al club de perder la categoría, otros lo han llevado a los playoff por el ascenso y el resto han sido cesados antes de cumplir la temporada. Que Agapito Iglesias y sus mentores, algunos todavía «activos» en lugares de escaso relieve pero de importante sueldo, iniciasen la peor época del Real Zaragoza en toda su historia significó una caída al abismo. Que no pudo ser controlada en absoluto por los «supuestos» salvadores que, deportiva y socialmente, mantuvieron el despeñamiento hasta que vendieron la propiedad a inversores extranjeros y capitalinos dejando un pequeño hueco para acomodarse sin hacer ruido.
Tener solamente a Raúl Sanllehí como encargado del club sin un representante de peso y con cierta entidad ante La Liga, la Federación y las propias autoridades municipales y autonómicas, no es suficiente. Es como un embajador del consejo de administración, una figura que se fotografía y almuerza con los presidentes de otros clubes pero sin autoridad ante Javier Tebas o el Comité Nacional de Árbitros. Además solo está como presentador de los nuevos fichajes y sus intervenciones públicas apenas ofrecen contenido para la afición lo que no ha favorecido su integración en el zaragocismo. ¿Quién toma las decisiones? ¿Los abogados de Madrid? ¿Oughourlian, el fundador de Amber y Presidente de Prisa? Con una deuda neta de 886 millones de euros su grupo de comunicación al final del pasado semestre no creo que esté en esos menesteres. Jorge Mas disfruta con Messi y la evolución internacional del Inter Miami. En mi opinión llaman al director general para estos casos con la obligación de cerrar la herida cuanto antes. Y entonces sigue la vida fluyendo porque nada es como antes.