Las alusiones directas al ascenso desde el club y su entorno y su potente repercusión social no admiten otra clasificación que, como mínimo, implique acabar entre los seis primeros
En las once temporadas anteriores, el ascenso era un relato de pretemporada basado en la obligación moral de un club histórico. La economía, una abismal agujero financiero, se interponía sin embargo en esa empresa con un envoltorio más romántico que realista, pero el fútbol le dio al Real Zaragoza tres oportunidades dentro de ese contexto de máxima dificultad, todas ellas desperdiciadas: con Popovic, Natxo González y Víctor Fernández. Este curso, el tercero de la multipropiedad, las expectativas generadas desde el club y su entorno y la potente repercusión social que ha tenido el mensaje de que el único objetivo es el regreso a Primera División, al que se han sumado la mayoría de los medios de comunicación, implica que todo lo que no sea acabar la competición entre los seis primeros supondría un fracaso colosal. Se contemplan la vía directa a la élite y el playoff. Los buenos resultados en las tres primeras jornadas han sobrealimentado el optimismo y ya no hay marcha atrás en esta percepción de las posibilidades del equipo.
El Real Zaragoza siempre ha aceptado salir en la parrilla con el cartel de favorito para finalizar arriba. Estaba forzado a recoger ese testigo por su grandeza y porque no podía personarse ante su afición con otro reto. Nunca se contempló un plan a largo plazo, pero tampoco tenía por lo general plantillas con prestaciones suficientes para asumir un campeonato en posiciones destacadas. Con una carrocería llamativa y un motor gripado ha acumulado once decepciones, ocho de ellas luchando por la permanencia. De la noche a la mañana, de nuevo a lomos de la urgencia, se ha presentado un proyecto para subir. Todo, absolutamente todo, al menos de cara al espectador, orbita alrededor de la figura de Víctor Fernández, sobre quien el seguidor ha depositado su fe y su ilusión por su condición de mito del Real Zaragoza de la Recopa. La propiedad ha considerado que el entrenador debía guiar un enfoque diferente y le ha entregado, como solicitaba para seguir en su cargo, una licencia para influir directamente en la reconstrucción del vestuario.
Se han fichado 13 futbolistas con la juventud y el apetito por triunfar como bandera. No obstante, como reconoció el propio técnico, le faltan algunas peticiones para redondear su obra. Ha tenido que renunciar a jugadores que consideraba vitales y readmitir por diferentes circunstancias a otros que no quería caso de Poussin, Luna, Bermejo y Jair. Le ha quedado un Real Zaragoza que, pese realizar un arranque estupendo, presenta bastantes lagunas y ha descubierto ya que le acompaña el espíritu de Víctor, empapado de una valentía que todavía está pendiente de firmar una alianza constante con el triunfo. Calcinó al Cádiz en el estreno, en Cartagena mostró algunas flaquezas que superó con arrojo ofensivo y en Anduva se le descubrió la versión más mortal. En la portería y en la defensa va con lo justo, y el centro del campo ha necesitado una inyección apremiante de oxígeno en los dos últimos partidos. La delantera está poblada de promesas con Adrián Liso al pie de su cañón zurdo y Azón tomando ya protagonismo como estímulo atacante, algo que no estaba en el guion.
El monumento al ascenso ya luce altivo delante de La Romareda. La pasión ha alcanzado cotas más altas que nunca. El sueño es un despertar diario pensando en cómo serán la celebración y la fiesta. La afición está en su derecho de creer lo que intuye y lo que le cuentan. Se ha llegado a un punto de no retorno, de ahora o nunca, de esta vez sí sin peros ni vértigos. Con el equipo de Víctor Fernández (y Cordero) como principal aval. El Real Zaragoza juega para volver al paraíso sin medias tintas. Si no lo consiguiese, posiblemente recibiría un golpe como ningún otro en su historia. Porque se ha concluido que el ascenso sólo es posible con Víctor y su hechizo. Que se haga la magia porque de lo contrario la sensación de vacío puede resultar aterradora para un futuro sin ilusionistas.
En mi caso, mucho escepticismo ante esta nueva temporada. Será la edad…La sensación de ausencia de un proyecto sólido es muy grande. A ver qué depara la temporada. Ilusiones, las justas.