El Real Zaragoza, penúltimo, sin gol ni fútbol y con Gabi Fernández de nuevo expuesto a la destitución, llega roto al partido contra un Almería ascendente
La victoria en el UD Almería Stadium sólo cotiza en lo más recóndito de los corazones de los zaragocistas inquebrantables, una minoría por cuya cabeza no pasa sin embargo ese triunfo. Hay razones suficientes para considerar que el Real Zaragoza acude a esta cita (18.30, sábado) con microscópicas opciones de ganar. En primer lugar porque es un equipo roto que carece de gol y de fútbol y en segundo porque su sistema defensivo, el argumento al que se agarra para poder puntuar en este desplazamiento por lo poco que ha encajado, se verá expuesto por primera vez a una exigencia elevadísima a manos del Almería, uno de los rivales con mayor apetito ofensivo de la categoría. El deporte siempre esconde un as bajo la manga y sobran quienes estiman que en Segunda puede ocurrir cualquier cosa. No parece el caso porque el conjunto aragonés llega a la cita si no ondeando la bandera de la rendición, sí con heridas muy profundas. Demasiado. Lo políticamente correcto sería dar un margen a que salte la sorpresa, pero se ha vivido demasiado tiempo en ese estado de complacencia y paciencia que ha conducido a esta dramática tesitura de ser el peor entre los peores.
Gabi Fernández, que vera el choque desde la grada por su expulsión ante el Córdoba, no ha aportado nada en ocho jornadas. Txema Indias, cautivo del pasado y sin recursos profesionales en el presente, le ha dejado una plantilla sin red de seguridad, y el técnico, víctima de su inexperiencia, la ha empeorado. Así, el Real Zaragoza se ha estampado contra el suelo de la clasificación y de la confianza en sí mismo. El vestuario respira mucha tensión y no será por la exigencia de su gente, expuesta como perenne justificación cuando los futbolistas no dan un pase por lo general por falta de carácter o de plan. El entrenador consume otra vida extra, obsequio incomprensible de la propiedad tras la derrota del pasado fin de semana y una realidad aún más aplastante: Gabi carece de ingenio para evitar el jaque mate al que se enfrenta. El empate, posiblemente, invitaría a los consejeros a ofrecerle otra oportunidad en un tira y afloja perverso. La derrota se traduciría en una destitución en busca de otro profesional cuya misión ya no sería perseguir una temporada plácida como figuraba en el hoja de ruta, sino firmar la permanencia que peligra seriamente.
Mantener la fe de un milagro en el infierno es un ejercicio para malabaristas del optimismo. Además, el Real Zaragoza pierde por sanción a Akouokou, el eslabón que da una pizca de equilibrio entre la zaga y la medular. Sin una de sus piezas más relevantes, la alineación -o incluso el sistema– sufrirá cambios sin que se vislumbre una alteración en la filosofía conservadora que caracteriza a Gabi. Francho podría unirse a Guti y Saidu en el trivote para dejar el lateral a Juan Sebastián a la espera de un once donde no se presume grandes variaciones. En realidad es casi indiferente los jugadores que se elijan. El espíritu del grupo está poseído por los miedos y un mensaje que no cala. También por esos números negativos que pesan como lápidas.
El Almería, que ya ha cogido el carril bueno con siete de los últimos nueve puntos ganando al Sporting y al Las Palmas y empatando en Riazor con el Deportivo, dispone un enorme potencial en ataque aun con sus desajustes atrás, producto de una fuerte apuesta por el protagonismo en campo contrario y la recuperación alta. La previsión es que se jugará a lo que quiera el equipo de Rubi. Si no ocurre un fenómeno paranormal, frente a la Cultural habrá otro entrenador en el banquillo del Real Zaragoza y un buen lío que resolver.
— Real Zaragoza (@RealZaragoza) October 10, 2025