Con tres centrales como parche hasta enero, sin Bare sancionado y con un solo punta, el Real Zaragoza busca ganar en Éibar para evitar mayores enredos
Siempre hay que recordar que el Real Zaragoza juega para el ascenso según lo han manifestado todos los departamentos del club. Lo dijo su director general y su entrenador aunque ahora este especifique que no por la vía directa. Refrescada la memoria, la clasificación actual del equipo y sus últimos seis resultados, huecos de victoria alguna, han decolorado la ambición del proyecto y salpicado de no pocas dudas aquella fotografía feliz de los próceres en Madrid, cuando todo eran promesas y sonrisas de Primera División. Ese cuadro cuelga torcido en la pared antes de la visita de este sábado a Eibar (18.30). Víctor Fernández piensa que el conjunto que entrena está muy entero y que fluye con naturalidad. Con 26 puntos y en la décima posición su salud no es del todo buena. Ni la deportiva ni la mental. Para recuperar buenas vibraciones necesita seis de los nuevos puntos que restan en esta recta final de la primera vuelta. De no conseguir esa cantidad, pasaría el ecuador posiblemente con la proa en dirección a un curso tranquilo o la permanencia. Vencer en Ipurua, subir las cuestas que conducen al estadio y las del propio rendimiento, sería una bendición con el Real Oviedo y el Racing de Ferrol como próximos rivales en La Romareda.
El Real Zaragoza se presenta hecho un lío en el peculiar campo guipuzcoano, donde los armeros, sin la munición de otros tiempos tras un giro austero en la plantilla, sostienen sus esperanzas con el 1-0 por bandera. Repetirá por tercer encuentro consecutivo, incluido el de Copa contra el Granada, con una alineación sujeta mucho más por obligación que por devoción en tres centrales y dos laterales de recorrido. Este sistema, como dice Javier Clemente, es más viejo que las minas del rey Salomón y tiene la doble versión defensiva y ofensiva a gusto del técnico y del material que disponga. En el caso del Real Zaragoza y por muchas balas que volaran por las proximidades de la portería del Deportivo, el dibujo describe un muro de contención hasta cierto punto razonable y razonado por la cantidad de goles encajados desde hace dos meses. Con un solo carrilero, Luna, en el caso de que se mantenga Calero en la izquierda, y dos pivotes por delante, Aguado y Francho (Moya tiene sus opciones) ya que Keidi Bare es baja al cumplir el primer ciclo de tarjetas, el ataque será una cuestión de voluntades. Azón seguirá al frente con Ares y Aketxe de infantería a sus espaldas, dos futbolistas que no terminan de cuajar y que han dejado a Liso fuera de un once en el que nunca debería faltar el extremo aragonés, pura explosividad en las buenas, regulares y malas tardes.
El plan tiene de vida hasta enero siempre y cuando los magos rojiblancos les permitan a Víctor y a Cordero reforzar la plantilla de la zapatilla para los 21 kilómetros de maratón que quedarán hasta el ocaso del campeonato. Femenías le ha quitado el puesto a Poussin con nocturnidad y alevosía; Luna y Jair fueron invitados a hacer las maletas en verano; a Francho se le sentó en el gallinero en el inicio del curso, y Azón era el cuarto delantero. Todos ellos serán titulares en esta cita que solicita a gritos el triunfo de un Real Zaragoza que recupera por fin a Soberón por lo menos en la convocatoria sin que nadie haya sido capaz de relatar lo acaecido con la recuperación de una microrrotura que iba para tres semanas y se ha estirado nueve. Un nuevo empate, aun siendo a domicilio, ya no compensa. Se ha perdido mucho terreno con el reparto de los puntos, y también confianza dentro del vestuario. Sólo asaltar Ipurua desenredaría un nudo que, de lo contrario, estrangularía un poco más el ascenso al que todos invocaron en el ritual del Metropolitano y abrirían las puertas a los fantasmas que hacen cola en el felpudo de este Real Zaragoza extraviado.