Los mensajes moderados de Indias y Gabi no renuncian en ningún momento a la posibilidad de subir, aunque con los riesgos y limitaciones que dicta la propiedad
El tándem Gabi-Indias se ha puesto a pedalear con cadencia moderada de cara a la grada. El objetivo es no sufrir y hablar de ascenso es una barbaridad, se ha escuchado en la presentación de ambos, pero en ningún momento bajo esas lapidarias declaraciones se ha localizado una negación rotunda a la posibilidad de subir. El director deportivo viene de aplicar durante una década un método exitoso en el Leganés, y el entrenador busca en esta plaza, con tan sólo un año de contrato, un trampolín de altura en su salto definitivo a la profesionalidad. Saben, además, que todo lo que no sea acabar entre los seis primeros sería un fracaso en un club demolido pero cuya marca implica la ambición como bandera. El problema, por cuarto año consecutivo, es que la propiedad seguirá dictando las reglas del juego con proyectos despojados de valentía inversora, entregados asimismo a personajes exentos de cualificación o rebosantes de ego desde la dirección general hasta el banquillo que tampoco han sido capaces de construir un equipo competitivo sin ampararse por completo en una economía generosa. Será muy complicado que Gabi e Indias, que van a dar continuidad a la moderación financiera que se ha decretado desde Madrid, logren romper con esta dinámica de mediocridad que esta vez se pretende disfrazar de adaptación a la realidad en el caso, claro está, de una nueva decepción.
Desde 2013, el Real Zaragoza se ha alistado a los primeros puestos de la parrilla por su peso histórico pese a que en la mayoría de las ocasiones no tuviese la motorización adecuada. Tres promociones de doce es un bagaje muy pobre, pero deja el recado de que con pocos recursos es posible competir si los responsables de adecentar el vestuario tienen el nivel apropiado por experiencia o por inspiración. Lo lograron Ángel Martín González y Lalo Arantegui. Todo lo contrario ha sucedido desde que Jorge Mas pisó Zaragoza como proa de una multipropiedad chapada en oro. Su trabajo ha consistido en que el Real Zaragoza sobreviva a duras penas mientras focalizaba todo su interés en el nuevo campo. Declarado el club la joya de la corona y descubierto con el tiempo que para estos mercaderes es simple bisutería engarzada en el imperio rojiblanco, con dos pilotos de la cuerda atlética al mando los motivos para el optimismo se reducen al mínimo. No obstante, el ascenso como meta prioritaria de partida permanece adherido a una institución colosal pese a los monumentales daños que ha sufrido su prestigio. Si no quieren hablar de subir, que no lo hagan. Si toca no sufrir, mejor hacerlo, pero en esta ocasión para regresar a Primera. No se puede asumir un año de transición con la pretemporada a un mes vista. Hablamos del Real Zaragoza. Parece que a alguien se le ha olvidado en esta constante conformidad y sometimiento que Gabi e Indias intentarán sortear a su manera pero sin salirse del carril.