La falta de un jugador convincente por la derecha en un centro del campo quebradizo aconseja un un giro en el sistema o reforzar el actual en busca de un Real Zaragoza menos intrépido en el dibujo pero más vinculado a sus prestaciones reales
La supuesta falta a Bazdar que utilizó Víctor Fernández en la rueda de prensa en El Molinón para, con su habitual destreza, desviar la atención de las verdaderas causas de la derrota, ha tenido cierto éxito, pero no el suficiente. El árbitro, que no señaló infracción alguna en una acción en la que el serbio apenas recibió una caricia en ataque y que supuso el contragolpe que dio lugar al error de Clemente y al gol de los asturianos, ha sido zarandeado, pero al técnico no le ha servido para escapar a la crítica de prescindir de principio de Soberón, su mejor baza atacante, y tampoco a la falta de recursos para frenar la depresión de su equipo tras ese golpe. De quedarse solo esta semana en el foco de los juicios, los ha compartido con el colegiado. Si algo conserva dentro de su aura popular, es esa habilidad de hipnotizador a la que cada menos aficionados caen rendidos. También aliñó su reflexión con «los 27 minutos brillantes» de sus futbolistas, que sólo llegaron a puerta con claridad en una carrera de Francho convertido en Filípides.
El Real Zaragoza regresó de un nuevo desplazamiento sin ganar. Después de las victorias en Cádiz y Cartagena, se empató a duras penas en Anduva, se perdió en Burgos pese a Poussin y en Gijón se hizo el harakiri antes y durante el encuentro. Sin marcar un gol y, sobre todo, con la percepción que el centro del campo se le destripa, mucho más desde la ausencia de Keidi Bare por lesión. Víctor insiste en un 1-4-4-2 con extremos que, con el paso de las jornadas y las circunstancias, se ha descubierto vulnerable para defender y no tan afilado para atacar. La banda derecha hace que el sistema cojee por el descubrimiento de un Adu Ares decepcionante como jugador que aporte profundidad y regate. También desconcertante por su flojera competitiva. Bermejo, Pau Sans, Liso y Luna en algunos minutos han pasado por esa sala de pruebas. El sábado, el técnico metió con calzador en esa parcela a un Ager Aketxe todavía en fase de rodaje físico sin que el ex del Eibar haya sido nunca un velocista ni un prodigio de los esfuerzos. Sus virtudes brotan por dentro y en su zurda.
La medular es una u otra con o sin Bare y la desaparición de Aguado por decisión técnica tampoco ha traído grandes beneficios. Hasta que regrese el albanés, el doble pivote con Francho y Moya mezcla bien y mal, una irregularidad inaceptable en una parcela esencial. Todo orbita alrededor de la descompensación en la franja derecha, donde la mayoría de sus propietarios hasta el momento tiende a abandonarla para entrar en contacto con el balón y a ejercer funciones que no van con su naturaleza. Calero recibe pocas ayudas, y el lateral izquierdo, menos aún según se aprecia en la tendencia de los rivales a fustigarla. El corazón del equipo sufre, consolado por una defensa recia, adversarios poco atrevidos en La Romareda, y un portero que ha firmado la tregua con sus musas.
Los resultados, en general, pueden calificarse de aceptables e incluso buenos, pero ese estado clasificatorio notable no disimula desequilibrios importantes, entre ellos que no hay tanto material para rotaciones, al menos mientras todos no estén al cien por cien. Adu Ares, Bermejo, el invisible Gori, un Marí muy tierno todavía, la nevera en la que va a entrar Clemente y la fe u utopía de que Nieto vuelva para ser útil… Y hay que descubrir a Kosa este fin de semana después de que el mudable Lluís López reclamara la tarjeta roja con una entrada pueril.
La situación actual, propiciada por la incapacidad para la contratación de un mediocentro africano en el mercado de verano, pide un bloque quizás menos afilado en el dibujo o dándole más grosor. En cualquier caso un giro que vincule al Real Zaragoza a sus prestaciones reales. El trivote es una opción con Aguado en el vértice defensivo y Francho y Moya sus flancos, configuración muy exitosa al inicio de la temporada pasada, con Soberón, Bazdar y Liso en una línea ofensiva y flexible de tres. El 1-4-3-3 tendría continuidad con el futuro retorno de Bare, con capacidades de volante de ida y vuelta y mas sustancia reñidora que Moya. Si Víctor se decide por conservar su plan con Aketxe y dos puntas, el trabajo coral se verá afectado y el conjunto aragonés continuará expuesto a las inspiraciones individuales, una apuesta atractiva y valiente aunque con boquetes muy peligrosos.
El dilema está en jugar con o sin Aketxe, que ha sido fichado con sello diferencial. Parece una aberración cuestionar la titularidad del vasco; no tanto mientras no tenga todos sus motores encendidos. La clave de un cambio necesario, sin embargo, se localiza en que Aguado, Bare (Moya) y Francho estén siempre en las alineaciones, si hace falta con el canterano de interior. Es posible que La Romareda no sea el túnel del amor, pero en esta categoría los romances se escriben explotando con la mayor eficacia posible las herramientas de las que se dispone, no con las que se sueña o añora. El proyecto se ha diseñado para el ascenso, y en ese contexto de emergencia y exigencia. Soberón está por delante de Bazdar y Marí, y estratégicamente Francho no va por detrás de Aketxe.