Todos los días son 10 de mayo

No pasa el tiempo en la memoria de los que vivieron la conquista de la Recopa en 1995 ni en quienes han heredado su recuerdo como hito de la grandeza del Real Zaragoza y su eterna victoria sobre las sombras

Aunque hoy amanece el día con el 29º aniversario de la conquista de la Recopa, un 10 de mayo de 1995 en el Parque de los Príncipes frente al Arsenal con el gol más bello jamás visto y soñado, como calificó muchos años después el prestigioso diario francés L’Equipe la bomba teledirigida de Nayim, el tiempo no pasa por ese instante que encumbró a un Real Zaragoza majestuoso. Aquel equipo valiente, hermoso, rebelde y ganador, digno heredero de las generaciones de Los Magníficos y Los Zaraguayos, permanece incorrupto en la memoria de los que vivieron la consecución del título continental y en quienes han heredado su recuerdo como hito de la grandeza del Real Zaragoza, vencedor sobre las sombras que ahora circundan su luz eterna. No tienen cabida en el fondo de aquel trofeo la añoranza, la melancolía ni la comparación. Porque aquella noche posee un poder sobrenatural que se regenera sin pausa, como el agua del manantial de las ilusiones. De aquellos héroes pero sobre todo chicos y futbolistas fantásticos, con una personalidad que mezclaba salvajes embrujos individuales para conformar un grupo único, todavía sigue en activo su entrenador, Víctor Fernández, un técnico que dejó su huella por cómo concedió la libertad más absoluta de expresión a los artistas que comulgaban también en su irreverente altar. Hoy, si se fijan bien, Víctor no tendrá las sienes pobladas de canas porque como todos los jugadores y aficionados que hicieron arder París, el 10 de mayo ejercerá el proceso de rejuvenecimiento que marcan las agujas inmortales del corazón. La Recopa fue un sentimiento desde el mismo instante que acabó el encuentro y figura en las vitrinas de la pertenencia universal para orgullo del hincha que hizo de sus venas un canal sin trabas para la euforia y para sus hijos y sus nietos, contagiados por el entusiasta relato que ya es suyo.

Dentro de unas horas, cuando empiece a caer la noche, Cedrún, Belsué, Aguado, Cáceres, Solana, Aragón, Nayim, Poyet, Pardeza, Higuera y Esnáider saltarán al césped frente a un cañón de rival, el Arsenal, vigente campeón del torneo. Juanmi, Geli, García Sanjuán, Óscar, Cafú, Darío Franco, Belman, Loreto, Lizarralde, Sergi el muchacho del megáfono, Cuartero e Íñigo, el resto de los componentes de aquella plantilla musical, se sentarán inquietos en el banquillo o en la grada, muy cerca de Alfonso Solans Serrano, el presidente de mano de hierro y sinceridad sin filtro. Nadie lo sospecha, pero esperan 120 minutos, un partido áspero, una final digna de los oponentes, más físicos los ingleses, más detallista el Real Zaragoza. No vamos a dar más pistas de lo que sucedió porque está todo escrito aunque se reescriba sobre el aroma de una historia que renace una y un millón de veces. Merece la pena volver a sentir aquella atmósfera de respiraciones nerviosas, 17.000 cánticos de esperanza, de banderas al viento parisino que ondeaban algo extraordinario mientras Carlos Lapetra se acomodaba en la cabina de radio para comentar la cita con sus excompañeros de los sesenta en una de sus últimas apariciones antes de que en Nochebuena se fuera para siempre sin marcharse jamás. La Recopa fue y es mucho más que la Recopa, y así viaja su onda expansiva por un espacio sin leyes de gravedad, columpiándose del Parque de los Príncipes a La Romareda con miles de almas de león que asisten a su coronación y la del Real Zaragoza sin más fecha en el calendario que el 10 de mayo. Como mañana y pasado mañana hasta llegar al 30º aniversario encima del balón que Nayim nos volverá a regalar desde las estrellas.

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