Todo entrenador lleva un ser humano bravío dentro por mucho que quiera controlar las emociones y, como es el caso de Fran Escribá, reconducirlas hacia un discurso o conversación respetuoso y didáctico con sus interlocutores. Hasta ahora, y paradójicamente siendo el líder de un líder en la clasificación, el técnico del Real Zaragoza, mensajero claro, conciso y severo con los suyos, nunca se había expresado tan a corazón abierto como esta mañana al ser cuestionado por las críticas que se han reunido a la vez alrededor de su equipo y de ciertos jugadores. No entiende muy bien, aunque incide en que hay que mejorar muchos aspectos, que con los buenos números acumulados se haya generado ese ruido.
Y ha sacudido a mano abierta a quienes opinan que el conjunto aragonés no halla una identidad concreta ni un fútbol fiable para confiar en que este presente sea lo adecuado para el futuro, legitimado por lo visto por las personas que se cruzan en el camino y le dicen que no ocurre nada. Claro que ocurren cosas que a veces a uno, por muy profesional y metódico que sea, se le escapan, y más en un deporte aún y felizmente condicionado a la improvisación y a lo imprevisible. Dos mas dos ocasiones no son cuatro goles. Ni la posesión abusiva te asegura el triunfo. Ni lucir la medalla de oro al séptimo kilómetro de un maratón te valida como campeón al final de la carrera. El efecto mariposa supera todavía a la tecnología y la big data cuando se utilizan como herramientas principales en un universo donde el caos es uno de sus mayores atractivos y razón de ser.
Las reflexiones populares, en muchos casos cargadas de una enorme sabiduría por la ausencia de corsés, no tiene una relación estrecha con la derrota contra el Racing de Ferrol, aunque haya influido para ratificar las sensaciones a la baja que se percibían y que han crecido. El Real Zaragoza no estaba ni está bien aunque sea el primero, y por diferentes circunstancias, lesiones y decisiones desacertadas, ha dejado de tener el encanto que exhibió en un arranque de curso seductor y muy productivo, con una plantilla cualificada para vivir en el ático de la Liga. Continúa en la suite del campeonato, pero si quiere conservar esa estancia de privilegio, deberá recuperar y fomentar el estupendo patrimonio de que dispone. Escribá ha comentado que no observa motivos para lecturas catastróficas que nadie o casi nadie ha hecho, para después soltar un tópico muy manido y que delata al típico técnico que empieza a sentirse acorralado por una realidad imaginaria. «No quiero cerca a los que ven todo oscuro. Siempre hay gente que te está esperando».
La proximidad de esos hipotéticos nigrománticos sólo la puede establecer él, y la existencia de enemigos que están deseando su caída no es más que, en este caso concreto, una frase de victimismo muy fuera de lugar. Hay que recordarle a Escribá que en su profesión el mayor oponente o aliado es uno mismo y los resultados que consiga, por ahora incuestionables en cuanto a la cantidad pero sí muy cuestionables por su calidad. Su frialdad, serenidad y coherencia habituales han saltado por los aires sin motivo alguno. Se ha sentido incómodo porque se cuestione desde fuera su trabajo. Pero en el fútbol no se pueden establecer fronteras de opinión. Cada aficionado o crítico lleva un entrenador dentro, y es muy sano y conveniente escucharle sin altivez en lugar de intuir fantasmas donde no los hay. Si alguien le espera son miles de seguidores a principio o finales de mayo en la plaza de de España.
No es cuestión de llevar un entrenador dentro que los aficionados por mucho que sepamos no tenemos ni puñetera idea al lado de cualquier técnico. Es que miles de aficionados vemos los goles que fallaron Tenerife, Cartagena y Racing de Santander. Ni más ni menos.
Será importante que el entrenador no pierda ni los nervios ni la compostura. Queda mucho trabajo por hacer. Y habrá momentos peores que remontar. Pero el fútbol del equipo no ha sido bueno. Es así. Toca continuar trabajando.