Nos habíamos olvidado que ocurren otras circunstancias negativas a la hora de afrontar un partido o varios, incluso. No se trata ya de las lesiones que forman parte de la realidad zaragocista desde hace tiempo, sino de las que aterrizan por el juego en sí mismo: las expulsiones. Ahora han llegado por partida doble en el último encuentro disputado en Gijón donde observamos hasta dónde puede llegar el equipo tras los primeros veinticinco minutos de partido y cómo concluye inevitablemente después de errores propios y del colegiado, lo que por otra parte es habitual para el Real Zaragoza desde siempre. Cuando no se aprovecha la primera oportunidad de la que se dispone se favorece la reacción del adversario y recibir un gol inesperado abre las puertas del nerviosismo, del caos y de la desorganización.
El Real Zaragoza no dispone, por lo menos, de tres futbolistas necesarios para el once titular. Eso lo comentó Víctor Fernández al cierre del mercado asumiendo su responsabilidad de luchar con lo que tuviera en la plantilla. Llegaron las primeras lesiones, las recuperaciones lentas, dos futbolistas que pudieron quedar tuertos y los problemas de que conozcan tu sistema de juego y te ataquen por dónde eres más débil. La clasificación está en un pañuelo y el Real Zaragoza puede asumir el liderato frente al Racing de Santander en la Romareda el sábado. Sí, el día del comienzo de las Fiestas del Pilar, a las 18.30 horas, cuando será imposible disfrutar en la plaza del pregón de Naiara y Juanjo Bona. Supongo que los más jóvenes y aficionados a ese tipo de eventos musicales les recordarán.
Sumamos pues otra habitual complicación para el día a día de la Liga: los horarios y las jornadas de los partidos. Conociendo desde hace décadas que nuestras fiestas son vividas con intensidad e ilusión por zaragozanos y foranos, colocarnos un sábado a media tarde el encuentro denota una insuficiencia intelectual terrible o una mala leche incuestionable. Es decir, una plantilla incompleta, las lesiones junto a las expulsiones como punto álgido de las actuaciones arbitrales y las decisiones de la Liga, forman parte de un menú degustación bastante desagradable. Como vulgarmente se dice: «a mal tiempo, buena cara» asumiendo que es mejor no hacer notar los gestos que reflejen nuestra decepción ante cualquier suceso, pero que te lo vas a comer crudo.
Además de todo lo comentado, ahora surge, según he leído en la prensa local, el mal estado del césped. No parece serio ni profesional (salvo por inclemencias meteorológicas) que el campo dónde se ha de practicar el juego no esté en un estado correcto. Sería difícil de imaginar que el estado del Príncipe Felipe no fuera apto para jugar baloncesto en la ACB.
Esa es, efectivamente, otra circunstancia tan sorprendente como perjudicial para el Real Zaragoza. Pero ahora ya no se puede saber nada del interior del club. Ojalá no provoque lesiones su estado y lo recuperen cuanto antes.