Julio Velázquez reanimó al Real Zaragoza y extenuó al Leganés con un 1-5-3-2 que buscó y logró la concentración de esfuerzos tribal de un equipo que necesitaba otro escenario psicológico, un sistema que primó la ganancia y la defensa de los espacios
La celebración de la victoria sobre el Leganés se aproximó mucho a la de un título, un logro que en el deporte no siempre tiene que venir refrendado por un trofeo conmemorativo para las vitrinas. El Real Zaragoza necesitaba ganar el campeonato que jugaba en las tinieblas y lo hizo frente a su espejo roto y al de un enemigo que se reflejaba gigante, de ahí el ritual desbordante de adrenalina de los futbolistas en el vestuario y de la afición en la grada al final del encuentro sobre una atmósfera purificadora. Se había llegado al límite, al confín de una situación que, de empeorar, le hubiese condenado a una depresión aún mayor y posiblemente a centrarse el resto de la temporada a mantenerse lo más lejos posible de los puestos de descenso cuando el objetivo original era estar entre los mejores. Sobre un decorado amueblado de peligros y dudas, Julio Velázquez trabajó sobre el desbloqueo de unos futbolistas consumidos por la redundancia en la derrota en el marcador y en su confianza, y apostó por el 1-5-3-2 por primera vez este curso para provocar un cambio de escenario psicológico. Ese plan, poco trabajado, suponía un riesgo, pero el técnico antepuso un giro que tenía tanto de deportivo como de mental.
Había que esperar a la respuesta de un sistema que primó la ganancia y de la defensa de los espacios sobre el manejo insustancial de la pelota. Un diseño de tres centrales con Francés desplazado a la izquierda y la recuperación del, hasta ahora, hipertenso Mouriño; con todo el carril derecho para Gámez y el zurdo para un Valera fuera de su espacio natural; con Francho en la izquierda de la línea medular de tres donde Toni Moya abanicaba la parcela custodiada por Aguado; con Mollejo como único delantero renunciando a Sergi Enrich ante las ausencias de Azón y Bakis, y Mesa instalado, este sí, en su jardín de las delicias. La incógnita de cuál iba a ser la respuesta tardó en despejarse, pero se percibió pronto la incomodidad del Leganés para tejer acciones ofensivas pese a su paciente elaboración que nunca conectaba con sus dos puntas, Miguel de la Fuente y Diego García. El Real Zaragoza fue creciendo sobre la imposición de un estrategia tribal que animó su agresividad táctica y dio sentido a ese plan cuya prioridad era erosionar al líder para equilibrar las jerarquías y, finalmente, explotar con determinación el experimento tras el gol de Mesa.
El Real Zaragoza recuperó la competitividad, el corporativismo en los esfuerzos y volvió a ser un equipo. Ni atractivo ni exuberante, un espejismo que había perseguido sumando fracasos en su confuso y confundido papel de protagonista. Evolucionó como un carro de combate y rehuyó cualquier baile de salón. La bravura marcial de Mouriño, Francés, Gámez, Valera y Mollejo, con el resto de las piezas impregnadas por ese espritu combativo y cabal se tradujo en una victoria reconstituyente que devuelve a los futbolistas a su lugar, el de una plantilla no tan vigorosa como se creía pero en absoluto del perfil bajo y desnutrido con el que había deambulado desde su última alegría en Andorra.
Sus dos próximos encuentros son a domicilio. Primero contra el Espanyol y después en Amorebieta para cerrar la primera vuelta frente al Levante en casa. En Barcelona es posible que Julio Velázquez repita un sistema que ha fomentando el vínculo colectivo, valor imprescindible en esta categoría donde las individualidades no marcan grandes diferencias. Sin embargo habrá que descubrir más allá de ese título moral conquistado la tarde del sábado si el Real Zaragoza establecerá el sistema con tres centrales como formato definitivo. Y ratificar si con esa cordada de espíritus cómplices y realistas que fulminaron al Leganés, además de salir de un espeluznante callejón le da para seguir escalando por una pared aún muy vertical.
Ya es un logro importante que el equipo madrileño no creará ocasiones de gol a lo largo del partido. Si se es capaz de neutralizar, con el ensayo de Velazquez, a un equipo tan ofensivo como el Leganes, la formula tiene que repetirse frente al Español. Gran despliegue fusico con presión arriba y Mesa lo más cerca de la corona del área contraria.
Y Sabin Merino metiendo goles el Ferrol. Vivir para ver
Qué razón tienes y que me dices de lo de Carlos Vicente. Eso merecería una buena crónica del Sr. Hernández. Pujando por él varios equipos de Primera
Totalmente de acuerdo