Un zaragocismo genuino

Ricardo y sus hijos gemelos, Ignacio y Javier, ambos con una discapacidad intelectual, relacionan su felicidad con el Real Zaragoza

Ser aficionado de un club de los pies a la cabeza no se describe en un carnet o en un pago anual. Tampoco con un golpe en el pecho. Su auténtico significado se aloja en la vida de uno mismo, en cómo ese equipo en cuestión ha echado raíces hasta formar un bosque con un sólo árbol recio bajo cuya sombra el sol nunca se pone pese a la insistencia de las noches que lo amenazan. La magia reside muchas veces en no saber cómo definir el porqué, atropellado por un alud de emociones que arrollan cualquier descripción de un fenómeno íntimo en cada caso, con miles de historias que confluyen en la desembocadura en común que es el querer sin condiciones. Ricardo Gómez Salinas es zaragocista. Así, a bocajarro. Nació hace 60 años en Zaragoza y sus padres le bautizaron en este religión blanquiazul en la avenida Navarra, mientras un autobús en blanco y negro transportaba en su techo con magnífico porte a unos futbolistas fastuosos y una Copa a todo color ganada en 1966 al Athletic. Desde entonces entiende y explica que «el Real Zaragoza es una manera de vivir» que entronca con sus dos otras dos grandes pasiones, sus hijos Ignacio y Javier y la virgen del Pilar, «por la que siento una devoción absoluta»..

«Habitante y militante» del barrio Delicias, trabaja en Renfe desde hace 43 años como encargado de la circulación de los trenes, «los de la gorrita roja y el banderín que coordinábamos las estaciones colaterales», y ahora en el área de postventa «atendiendo reclamaciones». Era un joven de general de pie, apasionado y fiel inquilino de La Romareda, el templo al que le llevó su padre, fallecido hace diez años, y en el que continúa tras manifestar con rotundidad su desesperanza con Agapito Iglesias en la propiedad. «Me fui. El último encuentro que vi fue el de la final del Montjuïc contra el Madrid. Nos había robado la identidad a todos los niveles, y también el prestigio. Era un club valorado y nadie quería venir aquí. Los dirigentes no han entendido aún que el aficionado quiere saber quién gestiona el club, que las personas que lo dirijan sean reconocibles y conocedoras de esta idiosincrasia. Luego volví». Y ahí sigue, esta vez en tribuna, palpitando con la misma o mayor ilusión que el primer día, más motivado aún por un duro episodio personal que le hizo fortalecer su vínculo con el Real Zaragoza en la figura de sus hijos.

Ignacio y Javier, gemelos, vinieron al mundo como un regalo, pero durante mucho tiempo Ricardo y su esposa, en busca de respuestas por decenas de consultas médicas, tuvieron que lidiar con la amargura de educarse a sí mismos casi sin información para comprender, avanzar y por fin gestionar con la mayor normalidad posible el futuro de aquellos niños prematuros que habían llegado con un 75% de discapacidad intelectual. «Intelectualmente tienen 3 años aunque ya cuentan con 27». Una de las herramientas para disfrutar de ellos y aprender fue hacerles partícipes del Real Zaragoza. «Se lo metí en vena. Manejan la tablet y les he enseñado a trabajar con los símbolos. Subo los viernes a la barra de direcciones la del club. Ven el escudo y a partir de ahí navegan. Para mejorar el lenguaje cantan todos los himnos». En los tres últimos años acuden a la Ciudad Deportiva y cada jueves se entrenan con el equipo de la Liga Genuine. «Con su nivel no pueden competir en esa competición, pero lo disfrutan tanto… Les hace felices y me hacen feliz». El día de los partidos van a la tienda y cuatro monitoras les llevan y les traen del campo. «Se me cae la baba cuando los veo jugar en ese césped donde yo, cada vez que iba de chaval, recibía goleadas. Porque Ricardo, «un poco mingafría como jugador» según relata, corrió por el carril del 8 del cadete del Boscos mientras sus admirados Víctor Muñoz lo hacía en el juvenil y el expresidente Ángel Aznar, en el de Preferente. Barbas y García Castany, sus ídolos, Señor, Aragón, Herrera, Cani, «aquello sí que eran 8», añora. La piscina de San Fernando y aquellos partidos informales en la pista de cemento donde un niño, Jesús García Sanjuán, hacía diabluras.

Los gemelos viven actualmente con su madre y trabajan en CEDES, y Ricardo les ha inculcado el deporte en todas sus dimensiones. «Pertenecen a Special Olympics, están apuntados a todos los deportes, son asiduos del pabellón Salduba. Y Padel Zaragoza les cede pistas y monitores…». Son aficionados de los pies a la cabeza, como el inseparable José en cientos de aventuras, todos bajo el mismo árbol del Real Zaragoza, alumbrados por el sol del querer, del quererse. «Somos del Real Zaragoza y nuestro corazón no puede ser ocupado por Real Madrid o Barcelona». Con esa leyenda, el padre de Ricardo plantó la raíz del zaragocismo a una profundidad inalcanzable quizás para la razón, pero no para la tablet de Ignacio y Javier todos los viernes en busca de un escudo que abre las puertas de la felicidad.

03 comments on “Un zaragocismo genuino

  • Leonaredo , Direct link to comment

    Me ha gustado esa estupenda semblanza de esta familia zaragocista.
    Un Abrazo muy fuerte para Ricardo, Ignacio y Javier.

  • Garcia Castany , Direct link to comment

    Gracias Leonaredo y Maño de Vilasar, y sobre todo gracias Alfonso, has desarrollado el tema con mimo,sensibilidad, cariño y con esa pluma que tantos años años llevo admirando, porque quiero hacer constar mi reconocimiento a tu trayectoria profesional, siempre riguroso en las opniones no servil al poder y con algo que subyace tanto en tus crónicas como columnas y colaboraciones radiofónicas tu devoción por el Real Zaragoza, como en la vida no aquel que te halaga y bendice no es el que más te quiere sino aquel que aún queriéndote es capaz de decirte su opinión sin tapujos y manifestarte circunstancias que te hagan reflexionar, desgraciadamente hoy en nuestro Club esto es una quimera. GRACIAS ALFONSO

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