El Real Zaragoza necesita los tres puntos contra el Albacete para abandonar la zona de descenso en un partido que ya no admite más excusas para el equipo ni su entrenador
Ni nervios, ni agobios, ni angustias. Gabi Fernández no dramatiza lo más mínimo por los resultados de las primeras cuatro jornadas, con un botín de tan sólo dos puntos, amparándose en que no tenía la plantilla al completo y en el tiempo que necesita para engrasarla una vez definida con una docena de fichajes. Sí debería inquietarle algo las herramientas que ha utilizado para que compita el Real Zaragoza, un fútbol antediluviano y timorato, un detalle que aún se desconoce si pertenece a su forma de entender este deporte o la improvisación de un inicio de temporada bastante mal gestionado por él mismo y por Txema Indias. La cuestión es que el conjunto aragonés se ha metido en el primer charco (es 19º con Castellón, Albacete y Granada por debajo) y habrá que descubrir su profundidad este lunes: empezará en zona de descenso y necesita los tres puntos, su primera victoria, para quitarse de encima esa carga. Para coger oxígeno material y psicológico lo antes posible en el camino que lleva a la permanencia tendrá que ganar al Albacete (20.30), un rival que maltrata su área (13 goles en contra) y pisa la contraria con alegría (8 a favor), un desequilibrio que también tiene a los manchegos en la zona baja de la clasificación. A estas alturas, tragedia ninguna, pero no todo vale y menos en una cita que medirá algunos aspectos importantes.
El Ibercaja Estadio vuelve a acoger un encuentro tras el empate ante el Valladolid, el tercero después de ese igualada y la derrota con el Andorra. Durante la semana, muy larga, este compromiso se ha señalado como el de inflexión por la hipotética mejoría que se experimentó con el Pucela y porque el visitante ha sido zarandeado por su fragilidad defensiva, una línea a la que regresa Jesús Vallejo, quien sin duda recibirá el cariño de la afición después de nueve años de peregrinaje desde que fue traspasado al Real Madrid para conquistar más títulos que felicidad. Sin embargo, lo sencillo del partido no asoma por ninguna parte, al menos de principio. Gabi Fernández cambiará como mucho un par de nombres en la alineación, y las previsiones señalan a Saidu y Pau Sans. El técnico y el director deportivo ha fichado veteranía y tienen que justificarse por mucho que el primero de ellos, el ghanés, haya demostrado que su nivel en este vestuario le da de sobra para un puesto fijo en el once. Pero Radovanovic e Insua le cierran el paso en la posición de central, y Akouokou y Guti, pese a que la baja forma del aragonés, son por ahora intocables para el técnico si mantiene este sistema de dos pivotes. Sans se quedará en el banco para dar entrada a Kenan Kodro y que acompañe a Dani Gómez para buscar con esa pareja más variedad atacante, dos tipos que traduzcan el juego directo o la lluvia de drones en acciones potables al espacio y en los movimientos de espaldas.
Akouokou es la viga maestra. Todo o gran parte de lo que suceda a partir de este lunes tendrá al costamarfileño como responsable. Habrá que comprobar si da para tanto. Su soporte físico parece indiscutible, pero el mediocentro va a reclamar colaboración hacia arriba, un espacio donde Sebas Moyano y Paulino deberán subir sus prestaciones para que no se produzca desconexión alguna como sucedió frente al Valladolid. También necesitan los extremos que Gabi imponga un plan más asociativo, de mayor protagonismo sin exigir a la defensa que salga demasiado de un radio de acción donde su moderada velocidad quede a la intemperie. El Real Zaragoza tiene la opción de tomar el mando o esperar a que el Albacete se inmole, que es lo que ha hecho con anterioridad y poco éxito en las anteriores jornadas. El entrenador madrileño debe decidirse en su mensaje definitivo, que aún no ha llegado al vestuario. Akouokou le va a dar mucho, y Kodro tendrá que despejar su incógnita de bálsamo ofensivo. Ambos vienen a luchar como el resto por un Real Zaragoza que este lunes tiene como objetivo no quedarse en la ciénaga en su pulso por la salvación, que es la meta oficial.