Se están sobredimensionando hasta límites peligrosos las prestaciones de los fichajes, de los cuatro jugadores elegidos por el momento por la nueva propiedad para construir un equipo que encaje con su política económica y deportiva. Una hoja de ruta cuyo objetivo final, aunque no se haya reconocido públicamente, es reducir el gasto a la mínima expresión gracias a las sinergias y establecer un tiempo prudencial de cocción antes de presentar el proyecto como una firme apuesta por estar entre los mejores. Esta temporada apunta a una transición pacífica y con el tiempo, Jorge Mas y compañía dirán.
Giuliano Simeone, no tanto Dani Rebollo, Víctor Mollejo y Manu Molina han sido presentados en sociedad muy por encima de sus realidades deportivas, que en el caso de los dos últimos no son pocas. Y el entorno mediático, que sigue amansado en general, está colaborando a decir Giuliano donde antes se decía Luis Suárez. Parte de la afición recibe ese mensaje y la ilusión y el optimismo han comenzado a desbordarse con moderación. Pero, de verdad, al margen de Mollejo, ¿quién sabía a ciencia cierta las cualidades del resto? Los testimonios recogidos de amigos, exentrenadores y excompañeros hablan, como es lógico, maravillas de los cuatro. Esa encuesta, por lo tanto y sin despreciarla, es subjetiva y será su rendimiento la única prueba que admitirá el juzgado de La Romareda.
Que puedan resultar productivos e incluso en algún caso una grata sorpresa es algo factible, pero no les favorece, aun con la gran oportunidad que se les presenta para sus respectivas carreras, el examen al que van a ser sometidos por un estadio y un público de paladar y colmillo muy finos. En cualquier caso, Carcedo sabe lo que quiere en el escaso margen de maniobra que tiene frente al grupo empresarial para el que trabaja. Confía en Larrazabal, al que ya quiso para el Ibiza y que en Zaragoza no llegó a cuajar jamás, y en Molina, un futbolista que se ha ido moldeando a sí mismo en el yunque de la modestia hasta renacer como experimentado topógrafo del centro del campo. La mano del técnico será fundamental a la hora de administrar una plantilla pendiente todavía de un central y, como no, de un delantero diferencial.
En cualquier competición, la diferencia entre estar y pasar de largo la suele indicar el atacante que lidere el equipo. Contando con que Cristian siga con su aura, el Real Zaragoza, aun sabiendo que Iván Azón está ahí, necesita esa figura que le permita dar el salto de viajar en clase turista a hacerlo en primera clase. Giuliano, Rebollo, Mollejo y Molina son buscadores de fortuna que comparten la ilusión del meritorio con billete de vuelta a sus club nodriza en el caso de los cedidos por el Atlético. Todo o casi todo, ser cabeza de cartel o telonero, queda pendiente de que Torrecilla y Sanllehí sean capaces de cerrar el círculo con un Sergio Camello. Quién sabe si con el propio Camello si las sinergias del universo se alinean para conseguir a un futbolista que sí lo sobredimensionaría todo.
Ojalá. Pero la pinta de este chico es de Primera ya mismo.