Estoy observando cierta distancia en los propietarios del club una vez se ha confirmado el proceso de la reconstrucción del estadio municipal de La Romareda. Para ser más exactos, el derribo por fases del coliseo zaragocista que dará paso finalmente a unas instalaciones dignas para la ciudad. Espero que a nadie se le ocurra torpedear otra vez esta necesidad ciudadana aunque mi sentimiento de la realidad sea muy cercano al del apóstol Santo Tomás, primo segundo de su maestro y que introdujo sus dedos en las heridas de Cristo para asumir que había resucitado y era la misma persona que antes de la crucifixión. Hasta que no vea erigirse el graderío no terminaré de aceptar que sea una realidad comprobándolo con mis propios ojos. Volviendo al principio de este artículo es posible que el silencio en los momentos de crisis sea también una contestación a la esperada recuperación producida en los dos últimos partidos y que se vea reflejada en Lezama y La Romareda con un final feliz. Los hilos del club se manejan desde la capital de España y habrá que esperar a que se resuelvan algunos de los problemas económicos del Atlético de Madrid para que se concrete el futuro del Real Zaragoza en un proyecto definido y con una trayectoria específica en su desarrollo.
Con la ausencia de liderazgo, acumulación de derrotas, lesiones y un ambiente desagradablemente hostil por los políticos de este país, especialmente por los que no desean formar parte de él y los que quieren repartirse el botín con los mentirosos que adoran al ídolo Baal de estos tiempos de falta de fe, la afición ha crecido en apoyo y presencia como nunca. La demostración del reciente partido en Cornellá es solamente el impulso que desde antes de empezar la temporada sentían los seguidores blanquillos. Y que, con Velázquez y su revolución, promete ser de escándalo el miércoles frente al Levante tras una victoria ante el Amorebieta. Seguramente se moverá en enero el mercado de invierno y esa esperanza que sea capaz de crear Juan Carlos Cordero impulsará a la gente por estos difíciles meses de invierno y primavera con una crisis política, social y económica que nos obligará a refugiarnos en el fútbol.