Zaragoza y el Real Zaragoza merecen más

En La Romareda, alrededor del santuario y dentro de él, se disputaron dos encuentros distintos pero entrelazados por el cordón umbilical de la afición, la auténtica ganadora de un día donde volvió de demostrar que es la gran razón de ser del club ahora y siempre. Bajo el paraguas de #ZaragozaMereceMas se reunió el espíritu eterno de esta institución sin distinguirse edades, condiciones sociales y generaciones. Le han robado casi todo y denunció ante la notaría pública su desprecio hacia la actual propiedad, constituida por personajes sombríos e insensibles salvo con sus intereses particulares. Levantó acta del saqueo de su hogar con pancartas, gritos, diez minutos de tardanza para acceder al estadio y una pañolada que repitió en la primera y la segunda parte como colofón al único tesoro que conserva: manifestar al palco como signo de poder aunque esté semivacío de directivos y hasta la bandera de cobardías que si alguien quiere al Real Zaragoza es su gente al margen de que su nivel de influencia real sea mayor o menor para cambiar el destino.

En esa atmósfera de reivindicación noble y orgullosa, auténtica y colmada de verdades, el equipo hizo frente a un partido complicado por las tensiones internas que sufre, escenificadas en una alineación de urgencia como consecuencia de los rigores del covid y de una dirección deportiva condicionada por las restricciones económicas y por la torpeza para administrar lo poco que hay en la despensa. El conjunto aragonés estaba medio muerto al llegar al encuentro frente a un Valladolid con denominación de ascenso directo. Sin embargo en ningún instante fue ni se sintió inferior. Todo lo contrario. Se elevó por encima de todas las contrariedades puntuales y compitió mejor como equipo que el Pucela, que respiró con el empate final y un jugador menos en la recta final por la expulsión de Gonzalo Plata. Con lo que no pudo es con su defectos congénitos, una negación ante el gol que sigue siendo su gran lastre y amenaza futura.

Nada se le puede reprochar a esa formación de circunstancias. Muy al contrario. Jugó de cara, con arrojo y verticalidad a pelotazos o con robos, casi siempre vencedor en las disputas, pero limitado para llevarse los tres puntos por su falta de puntería. Cinco partidos consecutivos sin marcar no consuelan ni siquiera con el sedante de que los dos últimos haya mantenido su portería inmaculada. 17 goles a favor en 24 jornadas, ya el peor registro de la categoría, es cosa de los futbolistas, pero esos profesionales no han brotado por arte de magia en este jardín sin rosas, sino por los responsables en fichar o elegir, una legión de podadores que ocupan la pirámide de le entidad del vértice superior a la base. La directiva ficticia, el director general oculto y el director deportivo fantasioso e imprudente han esbozado un equipo trastornado que se emplea en no perder.

En mitad el mercado, sin la mitad de los jugadores por todo tipo de razones, algunos del linaje de Cristian, y con Narváez en el banquillo a favor de un Bemejo que figura en la lista de los prescindibles, el Real Zaragoza se plantó para sobrevivir con más furia que fútbol, con el cuerpo de Azón impactando contra el mundo, un Borja Sainz dilapidando de nuevo cualquier duda sobre lo incuestionable su titularidad y un Petrovic imperial. Aún con los restos de la salida de Eguaras flotando en un mar de opiniones contrarias a su marcha y contrariadas por las formas, el serbio se alzó como regidor del encuentro con una actuación soberbia en la organización y en las coberturas defensivas cuando la zaga, sin apenas sufrir más que un larguero de Weissman, necesitó ayuda. Francés y Jair, con Chavarría y Gámez, mantuvieron una firmeza suficiente contra un Valladolid incómodo durante toda la cita e incapaz de inquietar a Ratón.

Con La Romareda como antorcha, la afición hizo su trabajo de embajador perenne de un sentimiento que muy pocos antes y la Fundación jamás han logrado entender, especialmente estos dueños que si no se marchan antes según han anunciado de forma muy indeterminada, pilotarán, con todos los deshonores que se han ganado, al Real Zaragoza por su décima campaña consecutiva en Segunda. La ciudad y el club se merecen mucho más que estos dirigentes con alma de caja registradora. El Real Zaragoza mereció más frente al Valladolid pero sólo consiguió un punto porque no dio más de sí. La hinchada se llevó los tres para su particular clasificación, la de un campeonato de la que siempre es líder destacada allí donde esté.

 

 

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