El Real Zaragoza recibe diez goles en los últimos seis partidos para acabar desterrado de la victoria y de la firmeza defensiva a la que el entrenador siempre alude como pilar fundamental del éxito
«El Zamora siempre está en uno de los equipos de arriba». Fran Escribá dejó esta frase después de que el Real Zaragoza ganara en las tres primeras jornadas a Villarreal B, Valladolid y Tenerife sin haber encajado un solo gol, lo que consiguió también en la cuarta frente al Eldense. «Hay veces que el Pichichi está en un club que desciende, pero el Zamora siempre juega en uno de los de arriba. Si encajamos poco será así. El trabajo de la gente de atrás es clave. Si no encajamos será muy difícil que no ganemos porque marcaremos en casi todos los partidos». Esta teoría no es nueva en el fútbol, y menos en una categoría donde frente a la falta de calidad ofensiva los equipos se refugian tras un escudo mas o menos primitivo de seguridad con la intención de cometer el menor número de errores posible. Con el gol mal repartido, sin que los delanteros de referencia apenas hayan acertado a marcar, el Real Zaragoza se ha distinguido por seguir la línea de un entrenador conservador en exceso para un equipo construido para ser más atrevido. Ha puesto a todos a trabajar a tiempo completo, lejos de sus cualidades naturales en algunos casos y enrocado en un doble pivote donde Grau, fijo el técnico, apenas le aporta un pase interesante. Puede que haya detectado problemas, pero también los ha creado.
Con Bakis y Sergi Enrich bajo cero y Azón con tan sólo un par de tantos en la mochila, el Pichichi es una entelequia. Lo más grave, sin embargo, es que Escribá tampoco parece que vaya a conquistar el trofeo Zamora después de que su equipo haya sido batido con nada menos que diez goles en los últimos seis partidos, en los encuentros de los que ha sido desterrado de la victoria. El último triunfo, en Andorra, se logró sin encajar un tanto. Desde entonces, coincidiendo además con el baile de los guardametas por la doble lesión de Cristian, el conjunto aragonés ha abierto su portería de par en par. Poussin, fichado como heredero del argentino en caso de necesidad, colaboró con errores monumentales y Rebollo hace lo que puede sin que tampoco se le recuerden intervenciones majestuosas. El francés fue batido en dos ocasiones por el Alcorcón, un par más por el Sporting y otra por el Eibar antes de que dinamitara la paciencia del entrenador. Rebollo, en tres jornadas, no llegó al disparo de Matos en el empate del Burgos y ayer le fusilaron Morente y Óscar Plano. Hace una semana frente al Oviedo sí bajo la persiana de su portería por completo. Fallos individuales y colectivos; pánico a ganar y a defender ventajas; un sistema sin hilo argumental en lo futbolístico al servicio de un técnico obsesionado con el rival y cómo desactivarlo… El Real Zaragoza es ahora mismo un coladero. Mentalmente también.