Me da la impresión que el zaragocismo se ha tomado con tranquilidad el reposo del fútbol en Segunda División con tres semanas de parón obligado. La presencia de Jorge Mas en la asamblea de accionistas, en la inauguración de la nueva tienda del Real Zaragoza en la calle Alfonso, la firma con Jorge Azcón y Natalia Chueca de la sociedad Nueva Romareda, su presencia en el viejo coliseo y las declaraciones ofrecidas por el club a través de sus redes sociales, favorecieron un aumento de intensidad y de adrenalina en los seguidores blanquillos. El presidente transmite confianza demostrando con la aportación económica de la propiedad su implicación en el proyecto.
Otra cosa son los resultados porque el último empate conseguido en casa fue tan desesperante como los puntos perdidos de la misma manera con Fran Escribá. La victoria se entendía como un golpe de efecto de cara a subir posiciones en la tabla y merodear la sexta plaza pero los errores individuales y la falta de soluciones desde el banquillo tras el segundo gol del Levante cortaron de raíz el salto tan deseado. Había pasado poco tiempo del mal partido disputado en Lezama y que significó un frenazo a las aspiraciones de Julio Velázquez para mejorar sus números y todos dábamos por hecho el triunfo ante los granotas.
Ahora le toca la responsabilidad a Juan Carlos Cordero y a la recuperación de los futbolistas lesionados. En este último caso no sabemos a qué atenernos porque solamente se han valorado plazos de manera sucinta y sin citar fechas concretas. Las diferentes maneras de jugar con el anterior entrenador y el actual descolocan la necesidad de algunos jugadores que parecían titulares durante la pretemporada. La escasez goleadora es tremenda y no se dispone de un punta de referencia capaz de marcar entre ocho y diez goles en la segunda vuelta. Es obvio que no existen tantas opciones de cesión o compra porque es el puesto más buscado pero está claro, como dijo el presidente Mas, que el objetivo es el ascenso y que nada proyectará más al club y a la ciudad que el regreso a la máxima categoría con la construcción de un estadio en marcha, más de veintiocho mil abonados y la cicatrización de una herida que sigue sangrando desde la nefasta venta de Soláns a Iglesias y de éste a la Fundación, en un siglo XXI con un lastre cada vez más pesado.