¿Por qué somos tan condescendientes con Cordero?

La fábrica de papeles de fumar no da abasto de producción cuando hay que valorar el trabajo de Juan Carlos Cordero al comprobarse, terminada la primera vuelta, que la mayoría de los fichajes que realizó en verano no rulan. El recato en el juicio sobre su labor nos afecta a todos y tiene su origen en el enamoramiento a primera vista que produjo la celeridad que aplicó a los movimientos, entradas y salidas, para reconstruir un equipo que necesitaba transfusiones múltiples. Trajo porteros, defensas, centrocampistas y delanteros. El flechazo tenía más de impresión que de información dentro de una nómina de futbolistas que cumplían con los parámetros que buscaba el director deportivo: adquisiciones en propiedad con experiencia y jugadores jóvenes a préstamo con proyección. En ese cóctel quedaban abiertas muchas incógnitas, pero la tentadora comparación con el terrible pasado hizo que elevásemos al ejecutivo a los altares. Por eso cuesta tanto criticarle ahora, porque supondría un reconocimiento tácito de que fuimos partícipes de aquel brindis prematuro y entusiasta.

Cinco meses después, el Real Zaragoza, con el sexto limite salarial y clasificado en la 14ª posición, abre la ventana invernal para buscar soluciones en todas las líneas. El mensaje del club tiene guasa, pero está calando en igual medida que el anterior: reforzar la plantilla para aspirar a todo. Mientras, Bakis, pagado a precio de oro con un currículum de ariete con modestas cifras realizadoras salvo en Andorra, sigue lesionado sin fecha de vuelta con la cuenta goleadora bajo cero, y a Poussin, reclutado para cubrir las espaldas de Cristian, se le busca algún destino donde purgue sus desgraciadas participaciones. La portería está en manos de Rebollo, una garantía de inquietud constante, y en ataque, con las bajas de larga duración del turco y de Azón, Sergi Enrich ha sido descartado como solución, lo que ha conducido a Velázquez a inventarse una doble punta con Mesa y Mollejo que va cumpliendo con decoro una misión que nos les corresponde. Cordero se ha puesto a peinar en el bazar de las dos áreas para conseguir taponar ese par de boquetes, pero también en un centro del campo donde Moya y Vallejo en ningún momento han dado la talla que se les suponía, a uno de liderazgo y al otro de enganche diferencial. Con el nuevo entrenador se ha llegado a la conclusión de que en la medular falta físico, y de que Valera, lateral eventual, está demasiado huérfano en los extremos.

La visita navideña de Jorge Mas dejó bajo el árbol un mensaje nada subliminal. Aunque sea un presidente virtual, es la voz y el martillo de un fondo de inversión, estructuras empresariales que persiguen objetivos y se alimentan de los buenos corazones que no los logran. «Nuestro deseo es llegar a Primera ayer». «Hay que competir para hacerlo este año». Ese par de frases hicieron empalidecer a Cordero, pero también a Raúl Sanllehí, quien tuvo que despedir a Fran Escribá después de hacerlo con Juan Carlos Carcedo. El director general ha sido protagonista de varias chapuzas desde su debut y los bonus de su pasado en Barcelona y Londres se le pueden estar acabando en un Real Zaragoza sin lateral izquierdo por desgracia de Nieto y por la musculatura de cristal de Lecoeuche, otro de los elegidos en una defensa donde Mouriño ha comenzado a brillar en la formación de tres centrales tras un largo periodo de segundón. Los seis goles de Mesa y la pelea honesta y dispersa de Mollejo son prácticamente las únicas notas positivas de un conjunto aragonés deficitario de carácter ganador.

Es difícil comprender por qué se está siendo tan condescendiente con Cordero cuando ya hay suficientes argumentos para asegurar que aquellos fichajes estivales han perdido su baño de oro falso. Seis de ellos, además, con contratos generosos. Creímos con devoción, incluida la afición con su récord de abonados, que el director deportivo era el nuevo mesías. Dentro de seis días y durante un mes saldrá con una corona de espinas por el duro viacrucis de enero. Con Jorge Mas muy pendiente de no consentir más caídas.

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