Siempre he aspirado a la perfección en mi forma de establecer los criterios indispensables para el éxito que he basado desde muy joven en «el sistema, el trabajo y el talento» como el trípode para apoyar mis proyectos profesionales. Además de sentirte enamorado por tu vocación, que eliges como trabajo, debes ser organizado y convertir la rutina en algo positivo; esforzarte más que nadie con el aprendizaje y la formación especialmente en aquello que no dominas; potenciar tus dotes naturales para que resuelvan cualquier situación inesperada gracias a tu inteligencia genética. Y además de todo esto debes entender que tus compañeros pueden comenzar a ser tus enemigos si te involucras más horas, tus jefes inmediatos pensar que quieres su puesto y los dueños molestarse porque intentas ser independiente y no formas parte de su grupo. Así las cosas, después de muchos años, te das cuenta que no te reconocen tus méritos los oligarcas y sus siervos, y que se va eclipsando tu presencia inmediata pese a la profundidad oceánica de tus continuas evoluciones en el marco en el que te desenvuelves. Pero también que tu soledad la has compartido con miles de personas hasta conseguir formar parte de los recuerdos de varias generaciones y que es el coste del respeto colectivo aunque algunos no estén de acuerdo contigo, te hayan traicionado o hayan mirado hacia otro lado en una situación de injusticia.
Por eso hay momentos, como el actual, en el que me apena tener que asumir una realidad dentro del Real Zaragoza que suponía y que ahora parece tomar cuerpo. Me da la impresión que la propiedad no tiene como prioridad el ascenso y que deja suelto al rebaño de la afición sin apenas perros porque, encuentren o no hierba para comer, volverán a su corral para balar en diferentes tonos e intensidad sus deseos y sus penas. Que ni son escuchadas ni serán respondidas jamás. El umbral del ascenso se situará el año de finalización de las obras de la Romareda cuando los intereses de los inversores nacionales y de sus contactos locales, que tienen sus raíces profundamente arraigadas para contrarrestar críticas con todos los elementos de los que disponen para que nunca aparezca un David que derrote a Goliat.
Magistral expresión de la situación. Magistral