El ‘derbi’ del tercer mundo

El Real Zaragoza visita a un Huesca en mejor dinámica con la arenga de una cruzada pero sin el necesario arrojo aventurero a domicilio en un encuentro que suena a carraca por el miedo a perder

«Somos el Real Zaragoza y vamos a ganar a Huesca». Alguna frases de las ruedas de prensa de Víctor Fernández tienen su punto hilarante y se da por hecho, aunque incite a la duda, que el entrenador es muy consciente de ello. No por la historia ni por la masa social, que ya de por sí deberían de tener algún peso en la balanza, sino por una diferencia económica esta temporada, más del doble a favor del club que preside el enmascarado y rosa multimillonario Jorge Mas, que exige por vergüenza torera ir a por todo el botín a El Alcoraz sin necesidad de mencionarse. Luego puede ocurrir que, como están con los mismos puntos y en la misma categoría, el triunfo caiga de un lado u otro. Pero es tal el declive del Real Zaragoza a todos los niveles en estos once años que su entrenador actual, un profesional que vivió una de las últimas épocas doradas de la institución, acude a la llamada de la ambición para que el equipo certifique un ejercicio más su continuidad en el fútbol profesional. Esto no es asumir la realidad, sino copular con ella a un precio y creer que ha sido gratis. Qué Víctor tenga que ofrecer este tipo de arenga escenifica un gran drama que cada día se asume con mayor naturalidad, que el Real Zaragoza integra por enésima ocasión la liga del tercer mundo, lejos de la élite, lejos del ascenso directo, lejos del playoff. Pocas veces tan cerca del descenso.

Claro que hay que ir a ganar a Huesca (sábado 21.00). Porque no se hizo en Gijón, Burgos, Elche, Albacete, Barcelona, Amorebieta, Elda, Alcorcón, Villarreal, Valladolid. Miranda y Valencia, todo un viaje de frustraciones por la geografía española de segunda. Con Fran Escribá, Julió Velázquez y Víctor Fernández. Con el rombo, los tres centrales y un atrevimiento con el freno de mano echado. Pero derrotar al conjunto de Antonio Hidalgo va a resultar igual de complejo porque el Real Zaragoza no ofrece garantía alguna a domicilio, porque este equipo que Juan Carlos Cordero hizo mal y que los entrenadores han empeorado sufriendo todos la maldición de las lesiones carece de espíritu ganador y de forma concreta. También porque los oscenses, pese a ser el segundo peor local, se han cubierto de una gruesa costra competidora, es decir de un plan que les ha sacado del pozo. Ninguno tiene gol y defiende muy bien. El empate, si es que uno los dos (o Iván Azón) no se rebela en un tiempo del campeonato que se juega con la calculadora bajo la almohada, asoma como el resultado más probable. Un punto para ambos con la dura jornada que les espera a los de abajo puede resultar oro en paño.

A primera vista, o vista muy poco la competición, el Real Zaragoza podría ser nombrado favorito. No lo consideran así las casas de apuestas, rígidas con los números vigentes, ni tampoco se lo ha ganado. El Huesca que pese a su última traspiés en Ferrol viene de sortear las catacumbas de la Liga desde primeros de diciembre cuando se impuso al Racing de Ferrol para acumular seis victorias, ocho empates, dos derrotas y ocho encuentros consecutivos sin encajar. En las últimas diez jornadas, los blanquillos han doblegado al Tenerife, le han birlado los tres puntos Eibar, Cartagena, Amorebieta, Valladolid, Espanyol y Levante y ha firmado tablas con Villarreal B, Mirandés y Elche. Las dinámicas señalan a los azulgrana varios escalones por encima antes de comenzar un partido que nadie quiere perder, lo que se traducirá en un equilibrio de intenciones en el caso de las portería permanezcan cerradas más allá de la primera media hora. Vamos a ganar, pero si no podemos ganar, no pierdas. La oración puede adjudicarse a cualquier entrenador, arrojado o conservador, desde el siglo XIX.

Víctor Fernández no quiso descubrir sus planes para este sábado en el duelo regional, mal pronunciado y denominado derbi, pero sería extraño que no repita alineación por cuarto encuentro consecutivo. Sí, con Sinan Bakis y Mouriño de lateral, sus grandes y nada fructíferas aportaciones a esta etapa como tercer inquilino en el banquillo. Lo que se desconoce es si realmente lanzará a su equipo a por una victoria sin condiciones, si inyectará a sus futbolistas la ambición que señaló como seña de identidad innegociable en la historia del club, o les aconsejará un poco de moderación en la cabeza y un pulso prudente en el corazón. Porque el Real Zaragoza, sinceramente, no está para grandes y largas cruzadas en este submundo de supervivientes entre un Huesca que ha asumido y aclimatado a ese rol y un equipo que malvive entre falsas promesas, ilusiones embusteras y un desplome de credibilidad en sí mismo ante la proximidad de la gran amenaza que en otras ocasiones ha esquivado. Un apretón de manos no se darán en mitad de El Alcoraz, pero tampoco parece que se vayan a sacudir por colonizar el área del rival en un estadio que estará a rebosar. Eso sí, si uno se adelanta en el marcador puede darse por medio muerto, porque ninguno sabe lo que es remontar. Pequeños detalles del subdesarrollo deportivo y moral en el caso del Real Zaragoza ganador, por ahora, en la feria de las poco fiables sensaciones.

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