Gabisofía

En psicología hablamos, indistintamente, de conceptos como la depresión, la ansiedad y la angustia. Tienen muchos puntos en común y forman parte del diagnóstico de diversos problemas y trastornos mentales. La sudoración, la hiperventilación, las palpitaciones y otras respuestas corporales se dan cita en esas tres palabras. De forma muy coloquial (y poco rigurosa), podríamos definir la depresión como una consecuencia de hechos pasados que nos provocan tristeza. La ansiedad, en cambio, se refiere más bien al miedo que nos produce lo que ocurre en la actualidad. Por último, la angustia es el temor que nos paraliza ante la incertidumbre de un futuro que no conocemos o al que tememos.
El transcurso infernal de nuestro equipo en la segunda división nos ha deprimido a base de frustraciones, tras ver algún año la meta cerca de la orilla. Esa tristeza llegó a convivir, en un presente ya lejano, con la ansiedad infantil de soñar con un regalo en forma de ascenso. De ahí pasamos al pánico, todavía caliente, que nos llegó al cuello de la Primera Federación en mayo de este año. Sin olvidar este historial latente, la emoción que hoy define al Real Zaragoza es la angustia.
En esta historia de la especie zaragocista, se han sucedido glaciaciones futbolísticas y extinciones anímicas. El deporte y el espectáculo se han congelado, a pesar de que el negocio y la especulación han seguido teniendo liquidez. La afición maña es una especie singular que sobrevive a todo tipo de masacres, erupciones y meteoritos. Ni la política de exterminio de Tebas, ni los volcanes con propiedades accionariales de lava gélida, ni los asteroides que han asolado la vieja Romareda, han conseguido acabar con el rugido blanquiazul. Somos unos zaragocistas tardígrados. Que no se enfade nadie de los que suele llegar tarde al nuevo estadio. Me refiero a ese superviviente de la naturaleza, llamado tardígrado, que es capaz de mantenerse con vida frente a cataclismos naturales y artificiales y que se ha llegado a detectar vivo en el vacío del espacio. No sé cómo irá el mosqueo de los mandamases de Rusia y Estados Unidos con sus juegos de aviones por el Báltico. Pero que sepa esta pareja de inhumanos que, si se lanzan a un ataque nuclear, siempre nos quedarán los tardígrados para reproducirnos y evolucionar. Al fin y al cabo, estos seres microscópicos, llamados también osos de agua, muestran más señas de inteligencia y humanidad que Putin, Trump y Netanyahu, juntos.
El paso de la ansiedad a la angustia es grave porque la activación, los llamados nervios, dejan paso a la parálisis. No olvidemos que la angustia es un término que combina mejor con la filosofía que con la psicología. Ya me disculparán, y seguro que coinciden conmigo, pero no deja de ser curioso que en septiembre de una nueva temporada estemos analizando la realidad de nuestro club en función del danés Kierkegaard, padre del existencialismo y estudioso de la angustia vital. Y no es para menos. Porque se percibe ansiedad y depresión en el conjunto de Gabi. Pero es el entrenador el que protagoniza la angustia. La rueda de prensa posterior al encuentro frente a los “caballas” nos dejó ver más a un discípulo aventajado de la escuela “absurdista” de Albert Camus, que a un madrileño monaguillo de Simeone. Para el “Cholo” no hay nada sin fútbol. Para nuestro míster, el fútbol es la nada. No se explican si no, esas lapidarias frases que lo dicen todo sin decir nada. Los gestos y miradas de su rueda de prensa tras el partido son elocuentes. Gabi no sabe estar en el césped sin sostenerse la cabeza con la mano. Intuye una guillotina y por eso se sube el mentón para facilitar la suavidad del corte con la cuchilla. Pero sentado, sus antebrazos intentan levantarse y él acaricia sus codos falderos para que no escapen hacia su cara. Se rasca sin cesar su codillo izquierdo, aunque le piquen todas las piezas de su alineación corporal. No le gusta mirar a los ojos en las preguntas porque ni siquiera querría ser visto. En el interrogatorio, su mirada parece tan perdida como su tarjeta de crédito futbolístico. Ve asistentes que no están, pero sabe que están presentes personas que no percibe. Las respuestas gestuales van de abajo a arriba. Como si fuera a embestir. Pero se da cuenta que no lleva ni razón ni cornamenta. Uno de los patrocinadores del Ceuta juega con él desde su espalda en las imágenes. Una flecha hacia abajo se cuela junto a su oreja, como si un emperador romano hubiera decidido su futuro sin que él lo supiera. Las preguntas por el tiempo le hacen la misma gracia que a los que fueron a la ciudad norteafricana con paraguas. El personaje de Hipólito en la película “Amelie” (2001) dice una frase muy ingeniosa que aplicamos a diario en nuestros ascensores: «La angustia por el paso del tiempo nos hace hablar del tiempo que hace”. La insistencia en la finitud temporal le lleva a responder en modo Einstein, profundizando en la angustia de la relatividad.  Se ríe, mientras se abraza a sí mismo, y la lucha entre el hombre y el míster la gana el niño. “A medida que va(n) pidiendo tiempo se te va acabando”. Por cierto, no dice vas, ni vamos. Necesito tiempo, es una frase que se mueve entre un divorcio y un trabajo que nunca termina. Es la angustia de pedir algo que no existe porque el amor no es cuestión de cronómetro. Tampoco se puede acabar lo que no se sabe construir. Pura “Gabisofía”. Mientras, el entrenador lucha contra sus propios miembros superiores y el micrófono delator. Su brazo derecho logra huir y llega a su ceja izquierda. Parece que se tape o que fuera a llorar, pero es el gesto que realiza los estiramientos de cejas que le han dado esa flexibilidad capilar. Frente a las escasas preguntas incómodas, más por defecto de asistencia que por el tipo de incógnitas (qué tiempos cuando las y los periodistas viajaban, convivían y “molestaban” con sus interrogaciones) el entrenador aprieta los labios como quien prieta las filas. Pero, es entonces cuando traiciona su culpabilidad. Asume la responsabilidad del fracaso, pero el único jugador que le ha entendido ha sido Moyano. ¿Los demás no le comprenden? ¿Sólo se explica bien con Sebas? ¿Son los utilleros los responsables de estas trece temporadas en el infierno? ¿Debería Fernando López recuperar para el estadio modular el letrero “¿Es posible, es Zaragoza” y ponerlo entre grandes interrogaciones y exclamaciones?  Tras despedir al “speaker” las cosas no han mejorado ¿Y si cambiamos los recogepelotas? Aunque de estos parece que el club tiene excedentes. Misterios por resolver. Los enigmas indescifrables nos los quedamos los aficionados. ¿Una defensa sin Insúa? ¿no hay forma de ver a Saidu en el centro? ¿Francho está sentenciado a condena lateral perpetua? Le dijeron a Gabi al llegar al continente que en la zona eran típicos los buenos bazares. Pero ni aun así jugó el bosnio. El entrenador manifestó que no hay caso Bazdar. Pero la existencia o no de un conflicto se decide por unanimidad de todas las partes implicadas. Y las botas de Samed no dicen lo mismo que la lengua del madrileño.
Del partido hay poco que reseñar. El poco fútbol que vimos lo puso Nayim en el saque inicial. Los aficionados hablábamos con el televisor para pedirle al héroe de la Recopa que se quedara con los nuestros. Es lo que tienen los efluvios del vermú en un estómago vacío. En este deambular liguero, al pobre Gabi le afecta la falta de cariño. De los seis entrenadores a los que se ha enfrentado, uno ya no está con nosotros (Johan Plat del Castellón) y dos han preferido quedarse en las cabinas sancionados antes que rozar la mano del enlutado Gabi, no sea que les dé mal fario. Menos mal que el segundo técnico local pasaría por el hermano pequeño de nuestro entrenador. El Ceuta, para poner las cosas más difíciles a los rivales, apartó sus dianas para ponerlas sólo en la camiseta de precalentamiento. El viaje ya empezó con división en el vestuario. No sé si por dudas en la legalidad de los papeleos, con los cinco que fueron en barco, o es que era el castigo a galeras por su rendimiento. Al final la pena se la devolvieron al entrenador sobre el césped. Los aficionados seguimos con la duda de saber si el pasaporte que nos dieron al inicio de la temporada era para viajar a Ceuta o para que nos lo visen en la frontera del descenso.
El campo imponía. Ante el infumable encuentro, las palmeras eran los únicos seres vivos que podían aplaudir. Las montañas se mezclaban con los edificios norteños de la Ciudad Autónoma. La autoridad estaba muy presente con la Guardia Civil presidiendo el panorama. Estuvo a punto de intervenir para multar al equipo maño por marcha lenta al no circular a la velocidad mínima del terreno por el que transitaban.  El nombre del campo tampoco era muy amigable. Se mantiene el debate sobre su legalidad. Alfonso Murube nació en Utrera (Sevilla), jugó allí y, en 1928, fichó por el Valladolid, con quince años. Luego llegó al Ceuta Sport y allí le pilló el golpe de estado de Franco. Se sumó a los falangistas rebeldes y murió en 1938 en el frente de Aranjuez. Esta denominación bordea la vigente Ley de memoria por posible exaltación del franquismo. El debate se pudo zanjar, ya que se propuso poner el nombre de Nayim al estadio, pero se perdió por un solo voto de diferencia. No todo se ha perdido. Se prevé un nuevo campo que merecería un bautizo digno del autor del gol más famoso de nuestra historia zaragocista.
El caso es que nos llevamos una nueva derrota de la visita al continente africano. Sin fútbol, sin ganas y sin intensidad. La única la pusieron las tres decenas de aficionados desplazados. Unos animando y otros haciendo con sus manos unas higas más tiesas que la colección de victorias mañas. Ayer fuimos, durante cinco minutos, los colistas de la categoría. Fueron 300 segundos relativos de una eternidad infinita. Hace una semana le pedíamos a Gabi que tratara de arrancar esto. Está llegando el momento de demandar que se frene esta sangría de angustia.

One comment on “Gabisofía

  • Pedro León Zaragoza , Direct link to comment

    La Gabisofía, como un sistema complejo, podría analizarse utilizando teoría de sistemas complejos y dinámica no lineal. La interacción entre el entrenador, los jugadores y la afición podría representarse como un sistema de retroalimentación, donde las acciones y reacciones de cada componente influyen en el comportamiento del sistema en su conjunto.

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