Mírame y no me chutes

La personalidad es el decorado de nuestra vida. Conocemos algunas construcciones sólidas pero predomina el cartón piedra de usar y tirar. La economía de costes y la necesidad de cambiar el atrezo a menudo, suele abusar de lo efímero para acompañar una vida que también lo es. Hay personas con genio fuerte y otras que son indolentes. Vemos conductas explosivas que lo abarcan todo y gente que prefiere pasar inadvertida. Soportamos a ególatras efusivos y nos apenan los tímidos compungidos. Lo habitual es que los demás nos identifiquen con un par de características, y no tanto con un compendio de virtudes y defectos. Pero hay humanos que se sostienen con palillos de personalidad. La más mínima brisa de contrariedad les arrasa su débil estabilidad. La estabilidad no sólo se sostiene en fortaleza, sino en equilibrio. Conocemos a personas fuertes en su desequilibrio y personalidades débiles pero que logran mantenerse a flote gracias a su flexibilidad. La catástrofe que lleva al fracaso es la conclusión de no tener ni cimientos ni equilibrio lleva a la demolición. Es en ese momento en el que el apoyo profesional de la psicología debe aportar hormigón mental y dinámica conductual.

El Real Zaragoza se ha construido sin anclajes sólidos y comenzó la temporada sin capacidad de adaptación a la realidad deportiva de los resultados. Un equipo sin costuras no puede abrirse por sus líneas para lucirse como un bloque trajeado. Cada giro de una de las piezas ha ido provocando la apertura deshilachada de su ropa. Ha dejado al descubierto una piel fina que no ha tolerado el más mínimo movimiento de tensión. El forzado (de)sastre de Gabi estiró el tallaje de unas telas que no dieron de sí. Llegó Sellés para tomar medidas, y lubricó lo que tenía hasta su máximo nivel de estiramiento. Remendó los retales para apañar unos delantales aseados que le permitieran ser convalidados como vestimenta. Con sus tres victorias consecutivas, y un empate inesperado, funcionó el disfraz de pulpo como ropa de compañía. Pero salieron dos arrugas en la indumentaria blanquiazul y, al aplanarlas delicadamente con los dedos, se abrieron con una hemorragia de orificios que dejaron a la vista el escuálido esqueleto. Si te mantienes con vida gracias a unas constantes vitales que reflejan un pulso mínimo, el más ligero desequilibrio te ata de nuevo a los cuidados intensivos en serio peligro de muerte deportiva. Hemos pasado de un estado crítico, que se mantenía estable, al que requiere de todo el apoyo artificial para seguir respirando. Y es que un rasguño puede ser terrible si se padece de hemofilia futbolística. No todo se puede apañar subiendo la presión arterial con los ánimos de reanimación de los espectadores. Si los pulmones de Francho no están, la energía no llega al corazón. Si falta la glucosa de Aguirregabiria, la diabetes se apodera de las piernas de los jugadores. Si Paul no quiere jugar, la desgana se contagia. Si a Bazdar lo quieren vender, los compañeros piensan en su propio precio.

La noche del sábado fue complaciente en el frío del tiempo, pero heladora en la temperatura de nuestro equipo. Llegamos al campo asombrados por la templanza del termómetro que ha sido magnánimo en este final de otoño. Nos despedíamos este maldito año del actual camposanto en el que se ha convertido esta sepultura provisional de ánimos futbolísticos. Con el abrigo imprescindible, bien podríamos haber celebrado en el modular una cena de empresa. Los demás, abarrotaban con su alegría la hostelería zaragozana, en un triste contraste con nuestro ánimo de salida a la vida real. Esta vez no llegamos a ser 16.000, pero por ganas parecía que habíamos superado esa cifra. Pudimos cenar antes y tomar algo después. Pero los bocadillos personalizados inundaron los andamios en el descanso. Bonito detalle el regalo de gorros con nuestros colores. Al comenzar nos sentimos grandes, como zaragocistas. Pero, al salir, nos veíamos como pitufos de la clasificación.

El entrenador de los nuestros ganó por goleada de elegancia a un Garitano que regresó a los cuellos de cisne del pasado. Rubén apostó por la elegancia de un abrigo hasta los pies, que dejaba al descubierto unas deportivas con calcetines tobilleros que no parecían congeniar con tanto acolchamiento superior. En cambio, la garganta abrigada del técnico vasco le resguardó de los apuros al finalizar el encuentro. Vimos una primera parte del pasado y una segunda con las ganas del futuro. Cuarenta y cinco minutos iniciales para asistir como espectadores a un partido de tenis entre nuestros jugadores. Mirando los pases laterales entre nuestros centrales, sin que supiéramos dónde estaba la portería rival. Luego llegó el gol en propia meta que se mascaba y el segundo de los gaditanos que nos recordó la belleza del marcado por Aguirregabiria al Huesca, pero que nos dejó la tristeza de que no era favorable a nuestros intereses. Algo tiene esa portería que permite goles lejanos de bella factura. Menos mal que el tanto de Tachi nos confirmó que la belleza está más en las botas que en los palos. Pero no sólo de ganas viven los equipos. Por muchas ganas que se pongan, el fútbol importa. Quizás si hubiéramos empatado de milagro al final, aunque se hubiese perdido en Málaga, nos habría dejado el mismo punto pero mejor sabor. Pero no todos los días toca una mística que se reparte con el mismo azar que la suerte a lo largo de la temporada.

En la rueda de prensa, Sellés sigue inanimado. Quizás por eso le vimos mirar más hacia la mesa que a quienes le interrogaban. La tristeza de lo imposible se apoderó de la tranquilidad del impasible. Y si se descose un botón del equipo, se desencaja toda la confección. Los efectivos que se pueden llamar así, son tan minimalistas que si en vez de aficionados al fútbol fuéramos críticos de cocina diríamos que, con lo que había en la despensa se pudo presentar un menú con un primer plato indigesto, un segundo digno pero al final nos quedamos sin postre y con hambre. Así no se puede sobrevivir todos los días.

Hasta el año que viene no tenemos perspectivas de mejora. El año 2025 ha sido terrible, el año que jugamos horriblemente y nos salvamos peligrosamente. No sabemos si 2026 será el último curso en el fútbol profesional. Por si acaso, los que mandan han comenzado a evitar daños políticos. La alcaldesa Chueca y el presidente de Aragón no quisieron venir al encuentro entre el Real Zaragoza y el Huesca. La peligrosa amistad de Juan Forcén con Jorge Azcón ha puesto muy nervioso al inquilino del Pignatelli. Más, tras el refuerzo accionarial para controlar el club del amigo hostelero del presidente. Esta pareja puede hacernos un “roto” a la afición. Hasta tal punto cunde el “palconing” entre los dirigentes del PP, por una posible catástrofe del conjunto maño, que Azcón ha decidido adelantar las elecciones a febrero, antes de que avance más la liga. Por si acaso. La jugada tiene su miga porque tanto Chueca como Azcón habían previsto en 2027 una campaña electoral con la Nueva Romareda ya en marcha. Mal debe ver la cosa para cambiar los planes. Atentos a las próximas semanas.

Por lo que respecta al fútbol, este equipo necesita mimos de cuidados intensivos. Un carraspeo es muy grave y cualquier estornudo puede ser mortal. Si no podemos fortalecer la estructura hasta que se abra el mercado de enero, al menos tendremos que cuidar cada pieza, de forma delicada, y dotarla de flexibilidad para que no colapse antes de tiempo. Porque tenemos un equipo de mírame y no me toques. En este caso, de mírame y no me chutes.

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