Un Real Zaragoza con alfileres más allá de la alineación

Recitar el once de carrerilla suele ser síntoma inequívoco de que un equipo funciona y es del gusto del entrenador. Juan Ignacio Martínez, ajustándose a las piezas que componen la tipología y rendimientos de las futbolistas que componen la plantilla, ha encontrado un once y un planteamiento que le ofrecen seguridad defensiva. La formación se ha asentado sobre un 1-4-1-4-1 que sella espacios y obliga a los jugadores de banda ofensiva ha realizar repliegues posicionales en ayuda de los laterales, casos de Narváez y Bermejo, que ahora ejercen una labor más sacrificada. La entrada de Igbekeme por Zanimacchia supone la renuncia casi definitiva (y útil por falta de especialistas) a emplear los carriles como vía ofensiva, con la salvedad de las proyecciones de Vigaray ya que Chavarría, en la otra orilla, ha recortado la amplitud de su juego para aplicarse en labores de contención.

Con James junto a Eguaras y Francho, el pasillo central se tapona por completo. El canterano ataca los espacios vacíos para recibir de Eguaras, quien se ha quedado en la torre de control para invertir sus esfuerzos en darle a la pelota una salida aseada, y se descuelga como primer hombre de presión de la medular. El nigeriano, dentro de ese programa de innegociable implicación colectiva, es quien se descuelga del trivote en fase de ataque. El Real Zaragoza, con Francés y Jair en estado de gracia, se ha soldado para cortar al máximo la respiración creativa del enemigo y esperar su oportunidad para asestar un golpe bien sea a la contra o a balón parado como ha ocurrido en Málaga o en Sabadell. Aunque ha aumentado, no demasiado, su producción atacante, esta estrategia que prioriza el grupo sobre el individuo obliga a conseguir una ventaja suficiente en el marcador que equilibre la elevada erosión física, aún más exigente a tanta distancia del área rival cuando se producen las recuperaciones. La presencia de Alegría no ha despejado, por el momento, el camino hacia el gol.

La cuestión es que el conjunto aragonés se siente así más protegido, controlando todo por dentro y minimizado por completo los errores atrás. En Sabadell quedo sin embargo expuesto tras la mano de Chavarría y el empate del Sabadell. También por el penalti fallado por Narváez. Es un equipo de supervivencia, con un once muy reconocible pero un fondo de armario en el que JIM no halla o no encuentra respuestas convincentes cuando son necesarios los relevos. Hay un dato significativo de sus dudas o certezas, aunque en ocasiones estén sujetas sus decisiones al resultado del partido, que demuestra que el entrenador no está cómodo a la hora de los cambios: 27 de las 35 sustituciones que ha realizado desde que debutó en Liga en Lugo están dentro del marco del último cuarto de hora de los partidos, de ellos 18 en los últimos diez minutos y nueve sobre la bocina.

Los únicos que han entrado antes de la recta final con el objetivo variar o reparar en algo el juego del equipo han sido Bermejo (49); Tejero e Igbelkeme (71) en Cartagena; Alegría y Adrián (61) en Málaga; Igbekeme (46) contra la Ponferradina; Adrián (61) en La Rosaleda, y Nieto (59) en Sabadell. El resto han sido de urgencias o como herramientas para consumir tiempo con marcadores favorables. Larrazabal, Zapater, Tejero, Peybernes, Sanabria, Adrián, Azón o Vuckic representan un papel testimonial, mientras que Atienza no ha disputado nada con JIM. El Real Zaragoza más convincente sigue sujentándose con alfileres más allá de la alineación.

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