Juan Ignacio Martínez lo ha perdido todo. El aval profesional por la salvación de la temporada pasada y el cariño incondicional de la mayoría afición, que lo elevó a los altares y ahora contempla su figura con la certeza de que está siendo cómplice del derrumbamiento deportivo del Real Zaragoza. Sólo falta por saber en qué medida la plantilla conserva un mínimo de fe en su erosionado discurso –minúsculo si existe– y hasta qué punto llegará la paciencia del club con el técnico alicantino. Porque JIM se ha extraviado entre la gestión de un mal equipo, su alianza empalagosa y viciada con Miguel Torrecilla y su sobreactuación de empleado del año con una propiedad desligada de los seguidores. En Butarque, los hinchas que se desplazaron le gritaron que se fuese porque en ese estado de indecisión y dudas ha empeorado la peor versión competitiva del Real Zaragoza, que necesita otro entrenador para que la atmósfera se haga algo más respirable hacia el único objetivo que se ha forzado entre los despachos y el banquillo, el de la salvación.
JIM y el conjunto aragonés empezaron una caída sin paracaídas hace ocho partidos. Cuatro derrotas y cuatro empates; cuatro goles a favor y doce en contra; ni un solo triunfo. Sus números, sin que puedan quedar al margen escenificaciones tan desoladoras como las de Leganés, justifican un despido fulminante, y la historia de destituciones en el Real Zaragoza rara vez concede un segundo más en el cargo a quien en este periodo acumula cuatro puntos de 24 posibles. Aplicando la puntuación de tres en los 89 años de vida de la entidad, en las ocho jornadas previas a recibir la carta de despido tuvieron peores guarismos Javier Aguirre, con un único empate, Iván Martínez, quien logró una victoria entre siete derrotas, y Baraja, Víctor Fernández en su primera etapa y Ochoa, todos con tres puntos. Siguiendo esa pauta absolutamente razonable para prescindir de los servicios profesionales del alicantino, le quedaría como mucho una fecha más, la de la visita del Las Palmas, para hacer historia en el caso de perder ante los canarios porque superaría todas las barreras de continuidad en la situación más improductiva que se recuerda de un entrenador.
Con 4 puntos en los últimos ocho compromisos de Liga, al igual que JIM, salió por la puerta de atrás Tomás. Con 5, Alcaraz, Marcelino, Paco Flores, Manolo Villanova y Víctor Fernández; con 6, Milla, Paco Herrera y Gay; con 7, Idiakez, Rojo, Balmanya y Olsen; con 8, Agné; con 9, Ildo Maneiro, Boskov (cesado tras conocerse su vinculación con el Madrid) y Mundo; con 10, Quincoces; con 11, Popovic, Víctor Muñoz, Balmanya y Juanito Ruiz; con 12, Luis Costa; con 13, Urquiri, y con nada menos que con 18, Luis Hon. Juan Ignacio Martínez debería tener las horas contadas porque resulta insostenible ofrecerle un plus más de confianza con el Real Zaragoza con la marcha directa hacia el abismo. Esa proposición no partirá jamás de Torrecilla porque significaría el reconocimiento de todos sus fracasos al frente de la dirección deportiva. La responsabilidad pertenece así en exclusiva a Luis Carlos Cuartero aunque lo haga desde las sombras, su zona de máximo confort. El otro dilema es quién relevaría al alicantino, con la caja sin un euro para seducir a alguien. Todo apunta a un hombre de la casa. Por el momento, JIM, el del milagro, va camino de la leyenda negra y de empujar en su desplome al equipo a la Primera RFEF porque la cuestión ya no es si habrá cuatro peores al final del torneo, sino cuándo formará parte el equipo aragonés de ese cuarteto si no se produce el cambio natural y justificado de entrenador.
El problema no es de entrenador, que es un simpático motivador, buena gente a priori, que salvó al equipo el año pasado, y tiene su mérito. El problema es de club, que es una miseria en manos de una burguesía aragonesa sin ningún tipo de vergüenza y triste tipo como Cuartero, que como jugador fue un mediocre y como dirigente un «abrazafarolas» García dixit.