El rey del empate junto al Lugo, ese equipo a imagen y semejanza de Juan Igancio Martínez, excelente prestidigitador por una temporada que ha salvado con poco fútbol y mucha dignidad, gripó al Huesca en una fiesta del fútbol aragonés que tan sólo se celebró en los días y las horas previas al partido. La rivalidad, esa sexta plaza de artificial anzuelo y las emociones que se presuponen en citas de estas características no iluminaron un encuentro disputado entre dos equipos como muy pocos argumentos, al menos sobre el campo. Se dio el peor resultado posible para la película de ciencia ficción montada con el playoff, pero fue el marcador que mejor refleja el espíritu de cada cual y que deja a los protagonistas justo en su sitio a falta de seis jornadas para que caiga el telón: de la mano en ninguna parte.
El Real Zaragoza hizo su trabajo, que consiste por decreto en resistir, lanzar balones para la lucha ciclópea de Iván Azón y esperar que el rival cometa un error. El Huesca tampoco expuso mucho más, con pelotazos para la aparición de una segunda línea que capitanea en solitario Seoane y balones sin sal a la olla, donde Jair volvió a ser maitre en la cocina aérea. Quienes mejor se desenvolvieron en esa espesura fueron Azón y Zapater, por momentos también Gámez. El delantero es mucho delantero y el capitán controló todas las operaciones desde su puesto de mando, en ocasiones con una suficiencia pasmosa. El encuentro apenas dejó un pasaje para el recuerdo. Los momentos estelares se redujeron a errores infantiles, impropios de un enfrentamiento que si pedía algo era atención. Seoane adelantó a los azulgrana tras una falta que elaboró con Marc Mateu y aprovechando que el saque solo era defendido por un jugador. Azón empató después de que Eugeni, con la cooperación de un ingenuo Escriche, sacara otra falta con picardía para la entrada de Gámez, quien puso al ariete a favor de obra con un centro preciso.
Ignasi Miquel estuvo a punto de desequilibrar la balanza de cabeza en la recta final en un córner que marinaron Ferreiro y Gerard Valentín sin que ningún zaragocista acudiera a taponar la grieta. El remate del central besó el larguero. Esas tres desatenciones gravísimas resultaron lo más divertido de un encuentro plano desde el mismo momento que Iván Azón se llenó la mano a la parte posterior del muslo. Con su lesión se acabó la gracia y comenzó una caída física en bloque que Xisco intentó aprovechar con las entradas de Mikel Rico y Lago Júnior. JIM contestó con un Francho muy fuera de forma por Vada y con Álvaro Giménez por Sabin Merino, dos puntas, sobre todo el vasco, que son una única sombra frente a lo que ofrece el punta aragonés. Puche y Nano Mesa, que se fue lesionado tras un choque con Insua, tampoco animaron la incapacidad ofensiva, de la que el Huesca participó en la dirección contraria.
Se buscaba la victoria como pequeña lanzadera para dar sentido a lo que resta de torneo pero nadie investigó mucho cómo conseguirla. El Real Zaragoza porque tiene unos límites muy reconocibles y el Huesca porque su potente y caro motor carece de pilotos, al margen de un Seoane muy desasistido, con suficiente categoría para correr en circuitos distintos a los del equipo de Juan Ignacio Martínez. Un chico de 19 años, todo un señor de 36 y una correcta distribución defensiva impidieron que El Alcaraz descorchara su última oportunidad para evitar un fracaso en toda su magnitud.
SD Huesca: Andrés Fernández; Ratiu (Ferreiro, mñ. 82), Insua, I. Miquel, Florian Miquel, M. Mateu ( Lago Junior, m. 46);Timor ( Mikel Rico, m. 46), Mosquera, Seoane, Joaquín (Gerard Valentín, m. 63), y Escriche ( Darío Poveda, m. 63).
Real Zaragoza: Alvarez; Fran Gámez, Francés, Jair, Chavarría; Vada ( Francho, m. 46), Zapater, Eugeni (Puche, m. 74), Bermejo; Sabín ( Alvaro Gimenez, m, 46) , m. e Ivan (Nano Mesa, m. 59) Nieto, m. 80).
Goles: 1-0, m. 31 Seoane; 1-1, m. 38, Iván Azón.