El cambio del concepto futbolístico con respecto al siglo pasado es tan absoluto como demoledor. Es posible que no nos hayamos querido dar cuenta de ello y nos hayamos sumado al coro de plañideras llorando los recuerdos perdidos. Quién nos iba a contar el follón de la Superliga con la mediación del ministro Iceta y el beneficio para los dos grandes, además de asegurarse también la LFP su incremento de poder. Mientras tanto, como yendo dos por tres calles, la afición queda al margen de todo y podría hasta no ser necesaria en el futuro. Todo a favor del negocio de los más poderosos, aunque sean de partidos opuestos, y abriendo de manera definitiva a un empobrecimiento general de las aficiones que solo tendrán el derecho de pagar por ver lo que les dejen y desde una sola perspectiva. Así las cosas, el Real Zaragoza sigue con su rumbo del silencio, de los planes previstos, de los cambios en el momento oportuno y a la espera del próximo objetivo que llegará con el mercado de invierno. Cayendo cada uno de los elementos prescindibles después de haberse entregado a los intereses de los dueños tras el pago por sus servicios.