El inexplicable destierro de Francés y Francho

A la tercera iba a ser la vencida. Iván Azón, Francho Serrano y Alejandro Francés, después de un par de años de debuts, ilusiones personales y sufrimiento extremo del equipo, de un peso específico trascendental para salvar la categoría, recibían el reconocimiento del club en sus respectivos contratos. De la mano de la nueva propiedad fueron señalados como punta del iceberg del proyecto y ellos aceptaron el reto de desprenderse del traje de canteranos meritorios para vestirse con mayores responsabilidades. Las dos lesiones del delantero, la última aún pendiente de recuperación, y las del defensa y del centrocampista han impedido que asuman aún un rol importante en la plantilla en el actual ejercicio. Sin embargo, en los casos de Francés y Francho se ha sumado un componente que está retrasando ese asalto al liderazgo: de regreso de la enfermería, los entrenadores les han desplazado al banquillo. Su rendimiento, es cierto, ni se aproxima al de sus mejores instantes, ¿pero qué compañero en sus respectivas posiciones puede alardear de estar a nivel de titularidad fija? Ninguno.

La cuestión es que por unas u otras circunstancias, el defensa no ha participado un solo segundo en los dos últimos compromisos frente Málaga y Burgos en beneficio de Lluís López y que el mediocampista, elegido para los minutos residuales, perdió el paso primero ante Manu Molina y ahora Alberto Zapater. El declive de su productividad se enmarca dentro de la recuperación de la forma, pero también en el contexto de las decisiones técnicas que a uno le incrustaron en una defensa de cinco que no suelen sentarle nada bien y al otro lejos de su ecosistema natural para ubicarle en el vértice más avanzado de un rombo. Lo que está por descubrir es si los futbolistas de la fábrica zaragocista están más afectados de la cuenta por esa situación inesperada o, por contra, dispuestos para recuperar sus jerarquías.

Francho protagonizó la cabalgada del 1-2 en El Plantío, muy similar a la del curso pasado que dio la victoria en el mismo escenario con gol de Álvaro Giménez. Ese tipo de contragolpes le distinguen sobre cualquiera de sus virtudes. En realidad, de todos los pobladores de la tierra media, es el único con esa velocidad de transición, lo que debería darle pasaporte fijo en las alineaciones. Más incomprensible resulta aún, salvo que el club esté ensombreciendo alguna información, ver sentado a Francés al fondo del banco de los reservas junto al inédito Jairo Quinteros. Por muy bajo que se halle el zaragozano, siempre estará como mínimo un peldaño por encima de Lluís López, un jugador que además de no transmitir un gramo de seguridad empeora en la mezcla del eje defensivo a Jair Amador.

Hay entrenadores que optan por reanimar a sus futbolistas con jarabe de banquillo. En este Real Zaragoza de la triste figura, prescindir de Francés y de Francho y pretender que se ganen el puesto resulta una osadía inadmisible más allá de un momento puntual. El conjunto aragonés necesita que sus motores a bajas o altas revoluciones formen parte de la mecánica del equipo inicial, en nada enriquecido con sus ausencias. Y más en esta tesitura que solicita operarios altamente cualificados y comprometidos para sufrir, estado en el que ambos están doctorados cum laude. También un poco desgastados por la presión y quizás por el desenfoque que provoca las reflexiones y los análisis realizados al límite. Estamos frente a dos buenos futbolistas, con más proyección hacia la élite del central y un camino más largo de aprendizaje para el centrocampista. Dos buenos futbolistas en este equipo no pueden estar jamás fuera de la órbita de la titularidad.

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