Empate mundial

España y Alemania ofrecieron un partido de grupo digno de una fase más avanzada, un encuentro de intensidad bárbara con futbolistas a cien por hora para jugar, presionar, defender, inventar…  La armada de Luis Enrique se puso por delante con elegancia y el batallón de panzers de Hansi Flick terminó por salvar un punto pese a que nunca renunció a los tres, sobre todo en una recta final llena de curvas con la entrada de Leroy Sané para unirse a los malabarismos de Jamal Musiala. La cuestión principal para ambos era no perder y España lo consiguió con  una versión de inspiración mediterránea y una buena dosis de aura germánica para firmar un empate que le deja muy cerca el pase a octavos, puente que deberá cruzar contra Japón como último obstáculo.  La tremenda goleada de Costa Rica había alimentado la pasión, pero había que superar el examen de Alemania para alcanzar a ver más allá de un brillante debut. La conclusión después de esta prueba de monumental dificultad es que las fronteras se han abierto de par en par para un conjunto, el español, que sale muy reforzado de este duelo.

De cara, con altivez y descaro, España se fue a por Alemania. No hay mejor estrategia que mirar al enemigo a los ojos, lo más cerca posible del iris, en las inmediaciones de la finca de Neuer. Todos los hilos de la presión adelantada surtieron efecto ante un enemigo anudado en la salida, con claros síntomas de asfixia y muy dependiente de Rudiger para buscar oxígeno. Gavi y Pedri imprimían autoridad apadrinados por Busquets y Olmo y Ferrán apuñalaban por las bandas. Alemania jugó la primera parte con claros síntomas de ansiedad, sin apenas capacidad para que se activaran Gnabry y Muller, huérfanos de un suministro que no les llegaba  por las vías habituales de Goretzka y Gundogan.  Olmo probó a Neur y la balón se deslizó por el larguero y el poste después de unas manos salvadores del portero. Era la confirmación, el mensaje de que España no tenía en su hoja de ruta la especulación, mucho menos cualquier signo de temor. La conducción quedó prohibida pronto en la medular por la aglomeración de genios, más hábiles los españoles en el manejo de la pelota pero con las alertas encendidas por la falta de espacios para pensar.

Luis Enrique sumó a Morata a la batalla. Necesitaba un 9 y el delantero le correspondió con un gol de profesional del área, anticipándose a su marcador a para recoger una asistencia de Jordi Alba y sorprender a Neur. Un gol de alta costura al que estuvo  a punto de suceder otro de bellísimo diseño a la contra que Ferrán no supo remachar con un broche que hubiese sido de oro. Los cambios de Flick, después de que fuese invalidado por el VAR un tanto de Rudiger por fuera de juego, dieron otra dimensión al encuentro. Apareció la Alemania irreductible de siempre, mucho más física, vertical y voraz en la que dos bailarines, Sané y Musiala, pusieron la pizca de magia. Una maniobra artística de Musiala, quien ya había probado los guantes (el brazo) de Unai Simón, dejó sólo Fullkrug, quien fusiló al meta del Athletic.  Fueron momentos difíciles para los de Luis Enrique hasta que ambos se dieron por satisfechos con la caza del punto. España depende de sí misma para seguir adelante. Lo confirmó con el empate y una enorme valentía en un duelo de gigantes.

 

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