Alegría ejerce de coloso

Los jugadores interpretan el fútbol al mismo nivel que los entrenadores. Pocas cosas se le escapan, pero existe una ley no escrita que les impide manifestar públicamente lo que piensan. Los trapos sucios se lavan en casa es un clásico del código deontológico de los vestuarios profesionales, pero cuando sale un futbolista y habla claro, un golpe de aire fresco recorre esa atmósfera tan cargada de oscurantismo, de contención propia y miradas beatas. Pues bien, lo que ocurre en la Vegas se quedan en las Vegas no va con Álex Alegría, quien en rueda de prensa manifestó que SE sentiría más cómodo con otro delantero a su lado. Nunca sabremos si Juan Ignacio Martínez atendió esa solicitud o pensó que ya era hora de aparcar la rutina de atacar con un solo punta y ordenó el equipo, entre otras cosas, para que Narváez dejara la banda y se sumara a una vanguardia que le reclamaba. El colombiano no tuvo una gran participación en los primeros planos del partido, pero colaboró a que Alegría fuera feliz. Y mucho.

El Real Zaragoza consiguió salir de un conflicto considerable después de tres partidos sin ganar. Una nueva cesión de puntos le habría devuelto al sótano de la clasificación y, lo más grave, a los bajos fondos de las dudas, una doble oscuridad con mucho veneno. El partido solo permitió un adorno, una jugada de extremo de Bermejo que con la derecha puso el balón en la cabeza de Alegría para que se estrenara como goleador. De fuera adentro, una maniobra a la antigua. Un único y colosal ornamento para un equipo con lo justo en el armario. A partir de ese tanto, el Tenerife de buenos modales empequeñeció, enrabietado por un gol anulado que aún se revisará en no pocos laboratorios durante semanas para entender por qué no se concedió. El juego dominante de Alegría, clave en defensa al sacar bajo los palos un balón que entraba manso, se impuso también en zonas intermedias, contagiando a sus compañeros, quienes por primera vez sintieron que existía una referencia real. Sin duda, esa reunión con Narváez tuvo un efecto reconstituyente en el delantero y también en el grupo.

Había otro asunto pendiente: ¿cómo resolver la herida del centro del campo sin Eguaras ni Francho? Zapater echó el ancla por delante de los centrales e Igbekeme, de regreso a la alineación, le hizo de escudero toda la tarde. La función táctica del capitán, más que notable, y el despliegue del nigeriano permitieron al Real Zaragoza un control casi completo del tablero, con cierta libertad para sus los alfiles, Bermejo y Chavarría. Mejor disposición, presión y disciplina terminaron por desesperar al Tenerife hasta que JIM empezó a poner centímetros en el campo para preservar la ventaja y reducir al máximo los balones colgados que se presumía en el epílogo del encuentro. Peybernes, Azón, El Toro, Adrián, Atienza. Si el técnico llega a tener a Vladimir Tkachenko en el banquillo, también lo pone en el campo. La resistencia no fue angustiosa, todo lo contrario porque el equipo de Ramis se había ido del choque en aquel gol anulado de la primera parte y porque el Real Zaragoza le negó el oxígeno en la continuación.

Luego, claro, está ese encuentro que juega Alejandro Francés. La teoría es que junto a Jair crecería, pero es Jair el alumno del canterano. Ambos recuperaron la sintonía de sus mejores momentos, imposibles para distintas propuestas ofensivas de los enemigos. Francés se batió en duelo con Fran Sol, Bermejo, el habilodoso Shashoua… Está a un nivel de categoría superior porque a su excelente interpretación y colocación para acudir al corte, anticiparse y desplazar el balón con sentido añade una capacidad asombrosa para desconectar a contrincantes de diferentes tipologías, sean malabaristas o velocistas o combinen ambas habilidades. Les corta siempre el suministro de luz y los cables. Con un coloso en llamas como Alegría y un titán como Francés, el Real Zaragoza volvió a la senda del triunfo con tres puntos combatidos, como corresponde a quien transita por el lado más salvaje de la Liga. Como bien sabía el delantero el día que habló bien claro.