Cristian, El Divino

«Sus intervenciones eran tan audaces e imposibles de creer, que mucha gente las catalogaba de ‘paranormales». Habla el cronista de Ricardo Zamora, El Divino, uno de los primeros y grandes ídolos del fútbol español, un portero legendario de principios de siglo XX. Cien años después, el Real Zaragoza tiene su propio guardameta sobrehumano, un deportista de 36 años capaz de realizar intervenciones fuera de cualquier explicación racional, No es la primera vez ni será la última que este marciano baja a la tierra para salvar al conjunto aragonés. En la noche cerrada de Las Palmas, donde se comprobó en el estreno de la temporada oficial que el equipo de Juan Carlos Carcedo es cristal del frágil, el argentino realizó varias paradas fetén a tiros de Marc Cardona y Jonathan Viera, pero se reservó el prodigio para uno de los últimos ataques canarios. Curbelo golpeó la balón con furia desde fuera del área y la esfera se hizo obús en su viaje, pero Cristian tensó el brazo como un bate de béisbol para rechazar el proyectil y evitar la derrota. Divino.

El arquero ya había sido clave antes de retar las leyes de la gravedad en un partido que mostró un Real Zaragoza frágil y desvaído, sin capacidad ofensiva como siempre y defensivamente obnubilado pese a que el Las Palmas apenas tuvo claridad en ataque y acusó casi los mismos defectos. El partido fue un horror por parte de los dos conjuntos y el empate selló un soporífero debut del que sólo queda para la retina el vuelo del cometa Cristian. El conjunto aragonés se apiló en pocos metros para lobotomizar al rival y en ese ejercicio de erosión se olvidó de jugar. Impreciso, con Manu Molina muy lejos del volante, y temeroso con el balón, mantuvo un tono discretísimo salvo en las carreras de Narváez, frenado sin piedad por la lenta defensa amarilla, y los esprints de Fran Gámez. En ese par de velocistas se resumió la intimidación de un Real Zaragoza cansino y sin chispa, tan sólo preocupado en desenchufar a Viera y sus ocurrencias. De tanto bajar el telón, se quedó con la única luz tenue de Grau, con Francés y Jair cometiendo errores impropios de una de las mejores parejas de centrales del campeonato. Es lo que tiene jugar a no jugar, que cuando toca coger el mando la niebla cae espesa y fría.

En un grupo tan limitado a partir de tres cuartos, castiga en exceso jugar sin Azón. Narváez, en el lugar del canterano, puso más interés que en otra ocasiones y su velocidad mantuvo en jaque a la defensa canaria, que lo cazó con o sin licencia cada vez que logró escaparse. Puche, la sorpresa en la alineación, apenas entró en el encuadra del partido, y Bermejo estuvo más pendiente de su espalda que de encarar. Ese fútbol estático, de pase de seguridad tormentoso, se le atragantó a Manu Molina, a Vada y al equipo en general, encallado en una estrategia pusilánime que en muchos momentos recordó al del curso pasado. El punto arrancado en Las Palmas, que Gámez y Giuliano estuvieron cerca de lograr que fueran tres y que el VAR evitó que se quedara en nada al rectificar un penalti de Chavarría que no había cometido el lateral, no es mérito de un conjunto bien trabajado ni de una plantilla homogénea, sino de un portero que está siempre en su sitio. Es decir en el más allá para hacer normal lo paranormal.

UD Las Palmas: Valles, Suárez, Sidnei (Coco, 45´), Curbelo, Cardona, Mfulu, Loiodice (Fabio, 78´), Viera, Jiménez (Clemente, 70´), Moleiro (Benito, 70´) y Cardona (Ale, 86´).

Real Zaragoza:  Cristian, Fran Gámez, Francés, Jair, Chavarria, Jaume, Molina (Petrovic, 86´), Bermejo (Eugeni, 64´), Vada (Francho, 80´), Puche (Mollejo, 64´) y Narváez (Giuliano, 80´).

Árbitro: Milla Alvendiz (comité andaluz). Amonestó a Sidnei (min. 7), a Loiodice (min, 43), a Curbelo (min. 48), a Viera (min. 66) y a Coco (min. 71) por parte de Las Palmas; y a Vada (min. 63) y a Mollejo (min. 76) por parte del Real Zaragoza.

 

 

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