Cuento de Navidad

Después de leer, ver y escuchar con detenimiento y un alto grado de estupefacción gran parte de las opiniones y reflexiones sobre la crisis del Real Zaragoza, he llegado a la conclusión de que la gravedad de la situación del club aragonés o no se explica bien, o no se entiende o se relata con absoluto conocimiento de causa para depurar responsabilidades. El fondo del relato general es una preocupación manifiesta por un más que posible descenso al fútbol amateur, pero 13 años consecutivos en Segunda han tenido un efecto demoledor y, con el tiempo y la desesperanza, han degenerado en una normalización a vivir bajo esas ruinas y junto a los exterminadores. El peligro de sufrir la mayor humillación de la historia provoca pavor entre aficionados, seguidores y simpatizantes mientras una nube de condescendencia cubre esa atmósfera de tintes apocalípticos. Sin ser un capitulación en toda regla, se distingue la impotencia frente a una estructura inaccesible al influjo popular, un mundo definitivamente sometido al comercio y a la política. En este caso, además, a funestos representantes de ambas jurisdicciones. La viabilidad en 1ª RFEF fue contemplada por la Fundación 2032 y, hoy en día, por la multipropiedad que cogió su testigo con idéntico y principal objetivo: una nueva Romareda tan necesaria para la ciudad como apetitosa para los bolsillos de su oligarquía y los socios que comparten su lujuria económica.

Si se quiere, perder la categoría podría desvestirse de dramatismo. A fin de cuentas, la inmensidad de Zaragoza abarca mucho más que un equipo de fútbol camino de cumplir cien años. Sin embargo, lo triste y denunciable es la ausencia de insurrección cotidiana ante la degradación de un símbolo construido con el trabajo, la ilusión y el sentimiento de pertenencia de generaciones de corazones filántropos. La identidad, gloria, los títulos y el orgullo de épocas mejores se pretenden embalsamar porque, por lo visto, molestan y distraen para la sacrosanta permanencia que ocupa ahora al Real Zaragoza. Apenas hay voces aisladas que se alzan contra la ignominia. La tendencia es un crítica moderada si no prudente, una llamada al apoyo adocenado que encubre una gran dosis de idiotez y un blanqueamiento del poder por parte de los medios de comunicación tradicionales, de espaldas al magnicidio por un plato de lentejas subvencionadas. Salvarse es la prioridad, pero ¿de qué rescate hablamos? ¿El del club o el de la imagen de quienes lo han saqueado durante este último siglo por interés, egocentrismo, ignorancia o maldad? El presente no puede ni debe renunciar al pasado porque es su sello identitario, lo que da conciencia del significado del todo. El Real Zaragoza sigue siendo un grande, no un gigante nostálgico, y sólo desde esa cumbre ha de observar el futuro en el que, ocurra lo que ocurra, la institución vivirá sin memoria para los cómplices de unos dueños pigmeos en la cultura del zaragocismo pero insuperables en la redacción de otro cuento de Navidad.

02 comments on “Cuento de Navidad

  • El Maño de Vilassar , Direct link to comment

    No entiendo ni entenderé cómo seguidores veteranos tragan semana tras semana este despropósito con esta perdida de memoria.

  • Rafa Rueda , Direct link to comment

    No olvidemos que estamos ante una situación en la que nadie con poder económico real y en Aragón, ha dado un paso al frente. Si los equipos de 1 y 2 Federación las están pasando canutas, es lo que nos merecemos o nos ha tocado.

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