¿De verdad es mejor Eguaras que Francho?

Íñigo Eguaras tiene el balón, está regalando pases exquisitos, alguno de ellos no concretados en asistencias por la falta de puntería de los receptores. Su elegancia y flema para salir de situaciones comprometidas y localizar espacios invisibles a la espalda de las defensas, sus desplazamientos de larga distancia y un notable saber estar para las recuperaciones lo tienen en el trono de la afición y de la clasificación de los centrocampistas de la categoría. Es un dandi, sin duda, pero no un líder en el amplio sentido de la palabra en una categoría donde el talento no sólo se mide por los regalos a la vista y el paladar: en campo ajeno y sin presión, con tiempo para pensar, es puro y dulce veneno, aunque en el propio duerme le juego y no es un portento defensivo. Todo no se le puede pedir, pero en una posición como la suya la actividad es tan frenética que el especialista ha de responder a unas prestaciones equilibradas entre la creatividad y la destrucción.

Ese aire de artista capaz de crear obras de arte y, a la vez, sumergirse en la melancolía, le ha distinguido siempre en su carrera deportiva. Por eso, por esa descompensación competitiva, nunca ha jugado en Primera División y se podría plantear perfectamente si está capacitado para ser el motor constructivo de un aspirante al ascenso. No ha sido así en el Real Zaragoza, donde sus mejores momentos ha coincidido con parejas de baile protectoras de sus desconexiones. Estamos hablando posiblemente del mejor Eguaras en mucho tiempo, cuya inspiración se está desluciendo por la falta de acierto rematador de sus compañeros. También del director de orquesta de un equipo al que pefrtenece y que se encuentra al borde del descenso en este arranque de la competición. El penoso estado de forma de Petrovic y con Igbekeme y Adrián en la nevera de JIM, han favorecido la recuperación o reivindicación de su estatus, que lo está defendiendo de lujo. Aun así, regresamos al punto de partida, si realmente es el futbolista adecuado para pilotar un vuelo transoceánico.

Cuestionar al centrocampista navarro en estos momentos es muy antipopular. Le avalan un notable rendimiento y la admiración de un gran sector del público que agradece su finura entre tanta sombra. Con todo, se alimenta y mucho de lo imperceptible al ojo de la grada, al trabajo descomunal de Zapater y sobre todo de Francho, a su servicio en el poco agradecido papel del esfuerzo sin pausa. Su guardia pretoriana acumula kilómetros y mucho criterio a sus intervenciones, pero la purpurina envuelve a Eguaras. ¿Es Francho peor jugador que el navarro? En absoluto. Un paso más allá. ¿Podría adquirir la responsabilidad de su compañero? Sin duda. El joven canterano se corresponde a una generación más actualizada de medioscentro, con dotes para un recorrido amplio, brillante salida del balón corto y largo y una alta conciencia defensiva.

Francho es más completo que Eguaras y su destino será la élite. Esta reflexión no va dirigida a un relevo en el puesto de mando ya que en el centro del campo no sobran efectivos, sino al reconocimiento que merece un jugador como el zaragozano aunque Eguaras provoque merecidos suspiros y desfallecimientos de amor. No todo lo que se ve es lo que parece. El corazón del internacional sub 21 bombea sin cesar con madurez y fútbol. Digamos que es un artista más universal en la exposición de otro reconocido por el colorido de sus intervenciones.

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