El perfil del 9 goleador en la historia del Real Zaragoza, salvo ilustres excepciones, muestra unos parámetros muy determinados. La búsqueda de esa figura ha sido infructuosa en las dos últimas temporadas, con las direcciones deportivas muy alejadas de esa directrices que por lo general han caracterizado a futbolistas determinantes en ataque. Ese jugador tiene una media de edad de 22 años y suele proceder de Segunda, categoría donde el conjunto aragonés ha sido hábil captador de promesas por fuerte aroma a éxito. El Toro Fernández llegó con 26 años del Celta y Vuckic con 28 del Twente. Alegría fue reclutado en invierno con 28 del Mallorca. Entre los tres lograron un tanto. Este curso, Álvaro Giménez, cedido por Cádiz con 30 y Sabin Merino, fichado del Leganés con 29 han resultado otro fiasco. El único que ha estado a la altura en ambas campañas ha sido Iván Azón, un chico de la cantera que debutó siendo juvenil. La historia da sus lecciones.
El gran artillero, Marcelino Martínez Cao, se formó en la playa de Ares antes de ser seminarista y de que le viniera a buscar El Ferrol, de Segunda. Era interior, el mejor, y el Real Zaragoza lo pescó con 18 años y un sueldo estratosférico para la época, un millón de pesetas, por encima de las 800.000 que Di Stéfano cobraba en el Madrid. Le costó adaptarse pero respondió ya de delantero centro y se convirtió en el primer internacional del Real Zaragoza en acudir con la selección. Con la mejor cabeza de Europa junto a la de Churchill firmó el gol de la victoria de España sonbre Rusia para conquistar la Eurocopa de 1964. Se retiró en La Romareda 119 goles después, una cifra inalcanzable hasta la fecha. Bustillo, juvenil del Real Zaragoza, se estrenó con 20 años en el ocaso de Los Magníficos, con Lapetra y el porpio Marcelino ya relegados a un segundo plano por problemas con las lesiones. Su destreza no pasó desapercibido para el Barcelona, donde sin embargo apenas jugó en cuatro temporadas.
Pichi Alonso se había curtido en Segunda con el Castellón. Sin una gran presencia física, destacaba por su capacidad para estar en el lugar adecuado, con un olfato pícaro y una enorme capacidad en la definición. El Real Zaragoza había descendido con Arrúa y Jordao a la gresca, y con la base del equipo que un año antes había disputado al final de Copa contra el Atlético salvo Diarte, traspasado al Valencia por 60 millones de pesetas la cantidad más elevada pagada hasta entonces en el fútbol español . Avelino Chaves, que había reclutado al Lobo del Olimpia con 19 años (había debutado con 16 en Paraguay) y por 5,7 millones de pesetas (unos 30.000 euros). Pichi aterrizó en La Romarada algo más maduro, con 23 años y se convirtió tras Murillo en el delantero con mejor ratio goleador del club (0,58).
Del Sportivo Luqueño paraguayo, Chaves volvió a dar en la diana con la contratación de Raúl Amarilla, quien a sus 20 años fue cedido al Racing por estar cubierto el cupo de extranjeros. En el Real Zaragoza acarició el Pichichi en la temporada 82-83 antes de partir dos años más tarde hacia el Barcelona en otra operación redonda en lo económico para las arcas del club aragonés (50 millones de pesetas, más del doble de lo que desembolsó por el ariete sudamericano).
También con 20 se posó como un bello ángel de la ira Juan Eduardo Esnáider en Zaragoza. El Real Madrid, que lo fichó del Ferro Carril Oeste, lo utilizaba esporádicamente con el primer equipo y con más asiduidad en el filial. Se presentó a préstamo con una opción de compra que le permitió no sólo adquirir al delantero sino también al guardameta Juanmi en julio de 1994. Con los algo más de 300 millones que pagó el Real Zaragoza, el Madrid pudo financiar en parte la operación de Fernando Redondo, entonces jugador del Tenerife. Un par de temporadas después, sedujo a Valdano y el club blanco reinvirtió 600 millones para recuperar al argentino. Su relevo, Fernando Morientes, brillaba en el Albacete y el Real Zaragoza, a quien aquel chico había eliminado de la Copa, lo compró sin pestañear. Un par de campañas para golear en Liga, Copa y Recopa con 19 y 20 años antes de que el Madrid pusiera mil millones de pesetas en la mesa para contratar sus servicios.
Desde El Molinón, la joya de Mareo había rubricado 18 y 20 goles con el Sporting en Segunda. David Villa recaló con 22 años en un Real Zaragoza recién devuelto a la élite y en dos cursos marcó 38 dianas para conseguir por el camino dos títulos, la Copa ante el Madrid y la Supercopa frente al Valencia, equipo que sería su próximo destino para escribir con el tiempo el capítulo del mejor jugador ofensivo de la historia del fútbol español.
En la etapa de los últimos nueve años de Segunda, el acierto en la elección del 9 ha estado ligada a la disputa de los playoffs excepto en el caso de Ángel Rodríguez. Borja Bastón, con 22 años, Borja Iglesias, con 24, y Luis Suárez con 22, a préstamo de Atlético, Celta y Watford respectivamente, superaron la veintena de tantos con rendimientos espectaculares que les propulsaron directamente a Primera división.
Entre los grandes depredadores con más veteranía destacan Savo Milosevic, quien después de un encontronazo con el entrenador del Aston Villa John Gregory, firmó a los 25 años por el Real Zaragoza para enamorar a la grada. Con 26 lo hizo Diego Milito, que acababa de ascender con el Genoa a la Seria A para ser relegado a la C por irregularidades en partidos. Al Príncipe le esperaba su hermano Gabi pata protagonizar encuentros memorables sin títulos de por medio y un traumático descenso que le devolvió a Italia, de nuevo al Genoa y después al Inter, donde se consagró. Y cómo no, Seminario, el único Pichichi del club. El peruano ya vino con galones y 25 años del Sporting Lisboa y en su primera experiencia en La Romareda (61-62) materializó 25 goles en 30 partidos, por encima de Puskas, Kocsis, Evaristo y Di Stéfano.
La media del éxito para los goleadores en el Real Zaragoza está establecida sin embargo en los 22 años, con tendencia a ser descubiertos en categorías inferiores o, hace décadas, en el filón sudamericano donde tan bien buscaba y encontraba Avelino Chaves.
Así es. Pero Torrecilla no le llega Chaves ni a la suela de los zapatos