El año que llovieron goles

Dos temporadas consecutivas, y en Segunda, castigados contra la pared del gol por pésimas gestiones a la hora de elegir a los delanteros adecuados, consecuencia no sólo de una economía condicionada por deudas y límite salarial, sino también por la incapacidad de los responsables de esa parcela y de sus mandos superiores. El Real Zaragoza es un extraño por un buen puñado de circunstancias, pero si hay una que escenifica perfectamente el deterioro que ha sufrido su imagen, esa no es otra que su cada vez más ridícula capacidad realizadora en forma de tantos. 2683. Esa es la cifra de dianas que ha conseguido en su trayectoria en Primera División, cantidad que permanece congelada desde el último descenso.

Si por algo se ha distinguido el conjunto aragonés ha sido por su alegría ofensiva. Por un voracidad atacante, con delanteros mitológicos en su nómina y con futbolistas de otras posiciones dispuestos a participar por contagio y naturaleza en esa fiesta colectiva que tenía La Romareda como principal teatro. Ahora mismo, ese pasado de espectáculo pirotécnico, de exigencia constante de una grada que quería y exigía el sabor de la pólvora en su paladar, resulta una entelequia.

Hubo una vez que en toda la temporada no se puso el sol sobre el Real Zaragoza más iluminado frente a las porterías rivales, fenómeno de lluvia constante de goles. Nunca ante ni después se ha dado semejante respuesta en una comunión de sincronizada participación de todas las líneas, de todos los protagonistas. Ocurrió el hecho en la temporada 1993-1994, camino de la Copa que se ganaría al Celta el 4-1 al Madrid, anuncio de la Recopa que estaba por llegar. El equipo que entrenaba Víctor Fernández alcanzó 71 goles, un récord que permanece vigente 28 años después y que sirvió para ser tercero en la Liga.

Dos tantos por partido hizo aquella generación. Solo se quedó acertar en cinco de los 38 encuentros de Liga. La inspiración se posó en titulares y reservas (si es que había reservas); en defensas, centrocampistas y defensas, delanteros… Esnáider (13), Higuera (12), Poyet (11), Aragón (7), Gay (7), Pardeza (5), Belsué (3), Solana (2), Aguado (2), Nayim (2), Moisés (2), Darío Franco (2), Cáceres (1), García Sanjuán (1)… 6-2 al Tenerife, 4-1 al Rayo, 3-0 al Sporting, 3-0 a la Real Sociedad, 0-4 al Atlético, 0-3 al Sporting, 4-1 al Celta, el maravilloso 6-3 al Barcelona y el 4-1 al Real Madrid en la última jornada que le permitió adelantar a los blancos en la clasificación. La Romareda era un constante volcán en erupción. La hinchada no entraba el campo a ver ganar a su equipo, lo que daba como un trámite, sino apostando cuántos goles verían aquella tarde.

Aquella lluvia única que se desprendió de las nubes de un fútbol atronador no se desvanecerá jamás. Aquel Real Zaragoza que ningún parentesco tiene con este explica el porqué nadie quiere desapegarse de este club a la espera de que haya que volver a desplegar el paraguas del asombro que mantienen cautivo nueve temporadas por el desierto.

One comment on “El año que llovieron goles

  • Entryes , Direct link to comment

    Por qué un equipo capaz de hacer estas goleadas también es capaz de degradarse hasta el equipo que jugó ante el mirandés?

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *