Pacheta llegó con un mensaje tan mesiánico como terrenal bajo el brazo de que nadie diera por muerto al Huesca y contra el Granada resucitó nada menos que cuatro veces: superó sin traumas en el juego el gol madrugador de Quina; se repuso del penalti fallado por Rafa Mir; remontó, lo que nunca había hecho esta temporada, y se enganchó a la vida por la permanencia con una victoria trufada de fe y fútbol en un encuentro muy completo. Ya había latido con fuerza su corazón nada menos que ante el Madrid y el Sevilla, pero no pudo desprenderse por completo de la mortaja por no explotar los detalles que sí saben aprovechar los grandes del torneo. Fruto de una mejora sustancial con el nuevo sistema de cinco defensas, con mucha más sustancia competitiva que el de Míchel, y de la pulcra gestión del técnico de su plantilla, el conjunto oscense sigue siendo último pero su proa asoma en la clasificación apuntando a la salvación.
Diego Martínez rotó con su gente todo lo que pudo después de ganar en Nápoles y Pacheta hizo dos cambios al meter en el once a un Ferreiro que con él nunca había aparecido en la titularidad y a Escriche, un futbolista que en el mercado de invierno tenía cartel de cedido. El Huesca funciona ahora como un todo y esté quien esté se desenvuelve sin complejo alguno, muy por encima del puesto que ocupa. Ni le pueden los nervios, ni la responsabilidad ni las adversidades. Afronta los encuentros con una concentración absoluta, con cada jugador metido en su papel sin apenas una tachadura en el guión. El equipo nazarí se las prometía muy felices al ponerse por delante del marcador, pero se fue al descanso aplastado por una maquinaria que recicla el sufrimiento en convicción y en una aseada forma de traducirla. Mir envió al palo un penalti cometido sobre Escriche y allí no pasó nada. Igualó Escriche, marcó Pulido de cabeza en un córner prolongado por Rico en el primer palo y Foulquier metió el balón en su portería acongojado por la presencia de Rafa Mir a sus espaldas.
Pese que el exzaragocista Alberto Soro acortó distancias y Machís aceleró el ataque del Granada, los azulgrana mantuvieron el tipo con cuajo. Porque el Huesca se comporta como un ganador, sin victimismos, conocedor de las dificultades que deja en el vestuario antes de presentarse en el campo. Sin mirar la talla del adversario. La dirección orquestal de Seoane sube cada jornada de calidades, en esta ocasión como vértice creativo de un triángulo en el que Ferreiro y Rico, dos clásicos, respondieron como debutantes por ilusión y con la amplitud laboral que corresponde a un par de veteranos al servicio ya no del equipo, sino del club y lo que significa. Caso aparte merece Javi Galán, como casi siempre. El segundo mejor regateador de la Liga tras Messi es el comodín de la baraja: cuando se espesa la circulación por dentro, despega desde su posición de lateral izquierdo con alegría, desparpajo y solución táctica clave para oxigenar a sus compañeros. El zurdo es un espectáculo aparte sin salirse del carril corporativista.
Pacheta estaba convencido de que bajo la lápida había mucha vida y ha demostrado que es cierto. El Huesca ha renacido, esta vez con un triunfo, pero forzado a ganar siempre, sobre todo a los que se le vienen encima, Éibar y Celta para después visitar al Barça. Pleno de carácter y con un patrón compacto, parece no afectarle que persigue un buen puñado de milagros. Quizás porque sabe que están en sus manos.