El nuevo lenguaje de los goles del Real Zaragoza

Para encontrar en el archivo de la memoria goleadora del Real Zaragoza un tanto como el que marcó Borja Sainz al Sporting de Gijón, habría que bucear en las profundidades de la historia para hallar un tanto tan completo producido por un jugador de segunda línea: robo a Berrocal en la presión, autopase en el cruce de Gragera y definición rotunda con la derecha frente a Mariño. Una conducción de casi 50 metros en la que el vizcaíno combina astucia, velocidad, armonía, regate talentoso y pegada. No se recuerda nada similar la temporada pasada, quintaesencia de la sequía realizadora, y tampoco la anterior. Goles matadores ha habido muchos con la furia de Luis Suárez, el cuerpeo de Borja Iglesias, la ratonería de Ángel Rodríguez y el don de la ubicuidad de Borja Bastón durante estas nueve temporadas en Segunda. Papunashivili dejó una perla similar contra el Extremadura y Pep Biel dibujó dos dianas emparejadas en espectacularidad, un de ellas también contra los extremeños. Sin embargo, para hallar un acción de un mediapunta tan redonda como de la Borja Sainz, absolutamente personal, habría que remontarse a un Real Zaragoza-Osasuna en mayo de 2005 (5-1) y un futbolista de otra galaxia, Sávio Bortolini: el brasileño elevó la pelota la borde área ante los tres rivales que acudían a frenarle y, ya solo, fusiló a Sanzol. Un año ante y en el Bernabéu, David Villa ganó una pelota dividida a Helguera, Samuel, víctima de una bicicleta del asturiano, le dejó pasar para no cometer penalti y el Guaje regateó a Casillas para poner el 0-1 (3-1). Eran otros tiempos y otros futbolistas, pero nada resta méritos al vizcaíno como artesano autónomo de una jugada precisamente de otra época, quizás de la que tuvo como gran emperador de la polivalencia ofensiva a Paquete Higuera.

El Real Zaragoza sigue padeciendo su todavía escasa productividad atacante, mejorada ante el Sporting con la victoria más cómoda del curso. Sin embargo, en las tres últimas jornadas, al margen de la calidad de los partidos que ha protagonizado, ha elaborado sus goles con otro lenguaje. La falta en la se asociaron Zapater y Eguaras en Alcorcón para empatar el encuentro que luego resolvería Valentín Vada, figuraba como aislada excepción de la forma de marcar del conjunto aragonés. Rechaces, rebotes, penaltis, un disparo de Narváez sin ángulo en Málaga. En ese invernadero de empates sin flores en el marcador, el equipo de JIM mostraba además de falta de pegada y nula asociación. Pero en las últimas cuatro jornadas, su producción ofensiva ha bajado en volumen para subir en calidad.

En Girona, el Real Zaragoza se adelantó después de una serial de toques en el que participaron Petrovic, Nano Mesa para visualizar el pasillo por el que llegaba Gámez y el lateral como asistente de un Vada que, como ariete clásico, congeló la imagen para colocar con un zurdazo dulce el balón donde quiso. No fue tan académico el madrugador tanto de Nano Mesa al Mirandés, pero traía el sello de una buena alianza por la izquierda de Adrián e Igbekeme con tiro del nigeriano que acabó tras un rebote en los pies del delantero. Frente al Burgos, el fútbol fue sacrificado por ambos equipos en un encuentro indigesto, atropellado, digno de clasificarse en la zona más oscura de objetos perdidos de este deporte. Sin embargo, el Real Zaragoza se lanzó a un contragolpe de libro con Francho, Eguaras y Álvaro Giménez que el punta resolvió con extrema exquisitez por encima del portero. En pleno ataque de nervios por la necesidad de la victoria, el conjunto aragonés encontró la paz de nuevo en una jugada de alta ingeniería.

Borja Sainz emuló a los viejos extremos para poner rumbo al triunfo ante el Sporting. Después se confirmó que el equipo y sus futbolistas han rescatado en este tramo de la competición la pausa necesaria para adornar sus impulsos ofensivos. El balón de Francés a Nano Mesa llevaba el gol tatuado en la frente, pero en similares circunstancias, con todo a favor, en otras ocasiones se había impuesto la precipitación. El tinerfeño, un volcán de imprevisibles reacciones, encaró a Mariño, se fue de él y embocó como si tal cosa. Este salto cualitativo en la finalización es consecuencia de profesionales capaces de recuperar de su baúl más o menos nómada gestos de sus mejores versiones pasadas. La cuestión es dar continuidad a ese nuevo lenguaje atacante en un escenario mucho más amable en la clasificación.

Gol de Sávio a Osasuna

Gol de Villa en el Bernabéu

Higuera, el rey de la polivalencia ofensiva

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