En cuatro partidos de siete el Real Zaragoza se ha quedado sin marcar para empatar contra Las Palmas (0-0) y Levante (0-0) y perder con Cartagena (1-0) y Mirandés (2-0). Uno de los cuatro tantos, el que firmó frente al Lugo, no le sirvió para nada (1-2). Lo dos de Simenone en El Toralín (1-2) y el de Mollejo para vencer al Sporting en La Romareda (1-0) le rentaron seis de los ocho puntos con que cuenta… Conclusión: de los diez años que el conjunto aragonés pena por Segunda, en este ha empeorado como nunca su salud realizadora. Jamás había alcanzado esta fecha con menos capacidad goleadora, con tan sólo 4 dianas en su haber. Si quiere encontrar un consuelo, ha encajado 6, la menor cifra de esta década después de los 4 que llevaba el equipo de Víctor Fernández en la campaña 2019-2020 y los mismos que en las 2014-2015 y 2015-2016.
Vuelve el equipo aragonés sobre sus peores pasos ofensivos. Pese a que la historia reciente le ha enseñado con claridad los errotres cometidos para que no los repita, su producción atacante se ha reducido. Esta crisis interminable que el curso anterior parecía haber tocado fondo –en la séptima jornada figuraba con 5 tantos–, ha aumentado su crudeza. La aportación y la pasión juvenil de Simeone ha sido una buena noticia, pero por ahora insuficiente para dotar al Real Zaragoza de artillería auténtica. La lesión de Iván Azón, que ha tenido minutos en las dos últimas citas, tampoco ha colaborado, y la inadaptación de Gueye, el fichaje estrella, muestra un panorama inquietante una vez más. El currículum de Miguel Torrecilla causa pavor cuando se repasa su acierto en los fichajes de delanteros, y amenaza con continuar en la misma línea salvo que El Cholito recupere y acentúe su olfato y el senegalés halle su lugar en el mapa de Juan Carlos Carcedo. Y, por su puesto, Azón adquiera su mejor versión.
En este escenario desolador en ataque y sin que el actual sistema de un solo punta de inicio e incluso después de los cambios pese a que en Anduva hubo un atropello final con los tres en el campo, cada vez cobra más fuerza que el Real Zaragoza derive hacia un 1-4-4-2. Teniendo en cuenta que la superpoblación centrocampista, con Manu Molina y Grau en funciones siamesas en muchas ocasiones, aporta poco en creatividad y nada en llegada con Vada intercalado en una posición demasiado ficticia como para hacer daño, abandonar a Giuliano a lo Crusoe se ha convertido en un argumento muy simplista. Carcedo, que va bastante despistado con su ordenador bajo el brazo, va a tener que repasar su plan y hallar una solución más natural con las piezas de que dispone. Insistir en la estrategia actual carece de sentido: 4 goles en 7 partidos son números terribles, los peores, los de un equipo abocado, otro ejercicio más, a pelear por la permanencia.