Necesitaba el Real Zaragoza este partido que se le escondía y esquivaba él mismo durante todo el curso. Y lo encontró en el momento más crítico, surcando la posible tragedia con vela y timón firmes. Los tres puntos se habían puesto en el primer lugar de la lista de prioridades, pero el conjunto aragonés la completó con una actuación notable que le alejó, al menos de momento, de cualquiera de sus fragilidades. Fue una victoria, por fin, de equipo, donde cada uno de los futbolistas asumió responsabilidad y personalidad. Le favoreció mucho que el Logroñés se plantara en La Romareda con los faros apagados en ataque, lo que no resta mérito alguno a un triunfo que enciende la esperanza de la salvación con focos de alcance donde antes había velas para difunto. El conjunto riojano, muy coqueto en los pies de Paulino, se puso a volar en alfombra mágica, y el Real Zaragoza le derribó con bazoka defensivo y una verticalidad inusual, directo al meollo de la cuestión aunque necesitara un penalti para adelantarse. Se sube un escalón en la escalera del infierno, si bien no habría que desatender ni una pizca el mercado de invierno: hay que aprovechar este buen encuentro para crecer en todas las direcciones porque la plantilla sigue reclamando jugadores. Y no pocos.
La comodidad del resultado la buscó el Real Zaragoza. No hubo regalos de un equipo que empezó a ser distinto cuando Narváez y Zanimacchia agitaron las alas para un vuelo sin escalas. El italiano, que por lo general corre con las hélices histéricas, sorprendió con sus trayectos de arriba abajo, en repliegues e incursiones, tratando el balón con respeto y gestión inteligente. Jugó con el pulso bajo y su inesperada placidez con nervio colaboró para dotar al Real Zaragoza de profundidad de la buena. El colombiano, como casi siempre, marcó los pasos que le convienen, apareciendo y desapareciendo en zonas abiertas para amasar el peligro. Marcó de penalti y dio el pase del segundo. Antes remató con la frente como si le pegara con el empeine, cabezazo que obligó a Dani Giménez a arañar el cielo.
Ni un desajuste atrás, espacio que Francés, a quien le hicieron la pena máxima, señaló como propiedad intelectual. El canterano se mantuvo en la alineación en una de las mejores decisiones de JIM y escaló con mucha personalidad en su crecimiento como central de los buenos. Ha dejado de ser el chico a quien se le ofrece una oportunidad y se le retira al menor error. Corte, anticipación, salida con el balón, buen posicionamiento… Y contundencia. Un paso por delante, Francho estableció las franjas horarias del partido. Cuándo y cómo hay que intervenir. Cómo y cuándo el Real Zaragoza ha de acelerar o frenarse. Su velocidad mental permite unas travesías más alegres y que los movimientos de sus compañeros encuentren el premio del sacrificio. En la segunda parte se unió a esa fiesta de tocadores Bermejo, quien además de cerrar el partido con una llegada de astucia, desenvolvió de entre su piernas todo tipo de cambios de ritmo, auténticos regalos para la vista y puñales para sus perseguidores.
El Logroñés, hay que decirlo, opuso mínima resistencia. Pasó por La Romareda como la primera nieve, sin cuajar. Pero esa es otra historia. El Real Zaragoza tenía los tres puntos entre ceja y ceja y los consiguió con mucho cerebro, sin una sola duda. La victoria más amplia y la huida puntual de lo más bajo de la zona baja tuvieron como soporte un partido de verdad. Visitó la paz con el sargento JIM, pero sigue en guerra. Solo, que no es poco, ha conquistado la colina del complicado y sinuoso sistema montañoso que le espera.