El Real Zaragoza o el perfecto orden del caos

En 24 horas, las del miércoles, el Real Zaragoza manifestó el perfecto orden del caos en el que se haya inmerso a todos los niveles, un desconcierto de incongruencias al que asiste invitado por sus dirigentes y por un bamboleo de demenciales decisiones sanitarias. En la misma jornada se unió la noticia de que podría recibir una inyección económica tras el acuerdo al que llegaron un fondo de inversión y LaLiga, sin saberse la cantidad exacta, presumiblemente a la baja atendiendo a las condiciones del reparto. Comenzó el día con el anuncio de esa lluvia de millones intangibles por el momento para el fútbol español con un nuevo modelo de negocio y acabó con Christian Lapetra asegurando que la compraventa está cerrada a falta de la firma y de la llegada los fondos. ¿O de que cuando se sepan si existen fondos procederán a la firma? En plena noche cerrada sin rúbrica alguna, el presidente selló su plática proclamando el día internacional de la ilusión en el caso de que no se produzca esa operación.

El regreso a La Romareda tuvo de todo menos una asistencia reseñable, producto de la época estival y de una afición confusa e irritada por las condiciones establecidas para su vuelta al estadio, con un aforo permitido que amaneció con el 75% de su capacidad y que se acostó reducido al 40% al menos para las tres primeras jornadas según anunció la ministra de Sanidad Carolina Darias después del Consejo Interterritorial. El gobierno central desautorizó al autonómico y la campaña de abonados, por tanto, queda en el aire en una atmósfera que recoge, una vez más, las vacilaciones de las autoridades frente al covid. El guirigay es de órdago. Los que acudieron al Municipal para asistir al Memorial Carlos Lapetra lanzaron algunos gritos al palco para dejar patente su enfado por la gestión de la Fundación, pero resultó un lamento hueco en la inmensidad de unas gradas casi vacías y de unos seguidores más atentos a la emoción de la vuelta al hogar que de avivar la hoguera donde los patronos están quemando al club en un aquelarre del que solo quieren salvar sus muebles.

En el campo se observó lo ya sabido. Un equipo de flojera considerable que se mantuvo en pie en el resultado y en la dignidad pero huérfano de consistencia alguna para competir con garantías de algo a partir del viernes 13. Le falta hueso y tampoco le sobra chicha, con una legión de chicos de la cantera con futuro y calidad pero expuestos a una tesitura que les exige responsabilidades muy por encima de su etapa formativa. A ocho días de que arranque el campeonato, se ha producido un solo fichaje, Fran Gámez, y la espantada de muchas primeras opciones de fichajes porque ni llegan la firma ni los fondos ni se les espera. Torrecilla tendrá que trabajar en un mercado de retales mientras JIM sigue dando muletazos para calmar a la gente sin renunciar a su sinceridad habitual. El técnico, al finalizar el encuentro, insistió en que se le van de las manos los futbolistas elegidos y que hay que reforzar la plantilla de norte a sur. De este a oeste. Ambos, técnico y director deportivo, dan la sensación de remar como titanes abandonados en un océano seco, sobre un oleaje de improvisaciones y desatenciones de una propiedad impropia de serlo.

Más que una mascarilla, el zaragocismo necesita una camisa de fuerza en este manicomio en el que le ha ingresado la Fundación. Un frenopático donde las instituciones se contradicen de un día para otro en el intento de que el deporte vaya regresando a la normalidad con descompasadas medidas mientras caen millones de euros de un cielo solo para VIPS, el equipo carece de cuerpo, los abonados pagan sin tener asegurada la entrada y el señor presidente anuncia que la venta sigue su curso o no. El Real Zaragoza es el hijo predilecto del apareamiento de la anarquía de los burgueses y de la dictadura de la desinformación.

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