El Real Zaragoza se instala en la Zona Cero

Sin nada por lo que soñar. Sin nada por lo que sufrir. Cuando el fútbol se convierte en un trámite y desaparece la pasión, este juego carece de sentido alguno. El Real Zaragoza tenía como diminuto aliciente certificar su salvación frente al Burgos, para lo que necesitaba una victoria. Como esa permanencia no urge y puede caer por su propio peso, es decir por el error de los demás, el encuentro se disputó dentro del orfanato de las motivaciones. Este equipo tan limitado que si por algo se ha distinguido ha sido por la vehemente defensa de la fe competitiva de Juan Ignacio Martínez se ha instalado en la Zona Cero, donde el gran impacto que se espera es que la temporada finalice cuanto antes. Sólo así se explica, que no entiende, el bochornoso espectáculo sufrido en La Romareda: sin ocasiones, sin goles, con constantes malas decisiones en los pases sencillos y fáciles. Si alguien mereció ganar fue el rocoso Burgos, que por lo menos se acercó en un par de ocasiones a la madera de la portería de Cristian, autor de una gran y única intervención.

Sin Iván Azón se esperaba que Álvaro Giménez tomara su relevo. Sin Chavarría, se creía que Nieto podría recuperar algo de aquel lateral potente que fue. Sólo Borja Sainz, que entró en lugar de Sabin Merino, dejó algo para recordar en el campo con una verticalidad muy estética en la primera parte que con el paso de los minutos se evaporó entre el tedio general. Nadie, salvo Jair en su imperio aéreo, dejó una pequeña muesca en la memoria del encuentro, un monumento al error y sobre todo al bostezo. El Real Zaragoza sigue reinando en el empate junto al Lugo, esta vez sin marcar, llegando al área atropellado, torpe, sin capacidad para descomponer el sistema de contención de un rival que no sudó una sola gota en ese trabajo, simplificado al máximo por la meseta de ideas originales del equipo de JIM.

Raúl Sanllehí sigue el partido en el palco junto a Miguel Torrecilla.

Desde la derrota en Cartagena, el conjunto aragonés acumula ya seis jornadas de vuelta a la nada ofensiva, su maldición. Iván Azón se había ganado la titularidad y, con un par de tantos y su constancia, alegraba el juego largo que siempre le buscaba como faro. Pero esta vez faltó y sin el atacante de la cantera se produjo un apagón total que intentó evitar sin mucho éxito y en solitario Borja Sainz. De aquella tacada de cuatro triunfos consecutivos que encendieron a los fuegos artificiales del playoff, sólo quedan los restos de una embarcación construida justo para flotar sin más bandera en su mástil que la de la supervivencia. A bordo, el contagio de mediocridad afecta a todos, incluso a un Francés desconocido.

Raúl Sanllehí, futuro arquitecto del nuevo Real Zaragoza, estuvo presenciado el partido en el palco de La Romareda junto al director deportivo, Miguel Torrecilla. El ejecutivo comprobó en directo lo que le espera si quiere edificar una plantilla con aspiraciones de cara a la próxima temporada. Tendrá que arremangarse las mangas de la camisa, bajar a la obra y poner la primera piedra sobre una zona cero de la que poca cosa se puede rescatar.

Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Fran Gámez, Francés, Jair, Nieto; Zapater (Francho, m.61), Eugeni (Petrovic, m.87), Vada (Narváez, m.61), Bermejo, Borja Sáinz (Puche, m.73) y Alvaro Giménez (Sabin Merino, 73).

Burgos: Herrero; Córdoba, Álvaro Rodríguez (Navarro, m.74), Miguel Rubio, Grego Sierra, Matos (Fran García, m.83); Valcarce, Elgezabal, Andy (Mumo, m.78); Juanma (Ernesto, m.78) y Guillermo (Medina, m.74).

Árbitro: López Toca (Comité Cántabro). Amonestó con tarjeta amarilla a Borja Sáinz por los locales y a Miguel Rubio, Córdoba y Alvaro Rodríguez por los visitantes.

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