El Real Zaragoza tira y vence por la calle de en medio

El Real Zaragoza, por primera vez esta temporada, tuvo una personalidad abrumadora. Venía de ganar en Ponferrada, donde grabó la huella de un equipo defensivamente casi impecable, revolucionado al contragolpe por un joven apasionado, el bravío Giuliano Simeone. En El Toralín puso la primera piedra de conjunto serio y eficaz rematado por la glotonería del argentino, para quien cada balón es un apetecible pastel que rellena de dinamita. En sus otros partidos anduvo buscándose entre la presión alta, la tensión baja, alguna que otra duda los recurrentes prodigios de Cristian y las dudas en su fe por la derrota contra el Lugo. Contra el Sporting encajó todas las piezas en su sitio, tiró tácticamente como nunca por la calle de en medio con una ocupación totalitaria del centro del campo y logró una victoria, la primera en La Romareda, que da reputación pero sobre todo dispara el cañón de las ambiciones.

Sin que le sobrara nada ni echara de menos a nadie, con el mismo equipo que empezó una semana el camino hacia el triunfo, fue minando a un rival decepcionante, vulgar y sin recurso alguno para escapar de perfecta red de comunicación que estableció Carcedo en la médula ósea del partido. Los asturianos venían con la etiqueta de aspirante al ascenso, pero el Real Zaragoza fue quien llevó ese traje durante toda la noche en un estadio de Primera división, arropado por una afición que juega siempre para recuperar la gloria que le arrebataron, la que muchos conocen de sus antepasados y quieren saborear con su propio paladar. En el momento que la pelota comenzó a rodar, se supo, porque estas cosas se leen en la atmósfera y en la comunión de actitudes de los futbolistas, que los tres puntos se iban a quedar en casa. Aquella jugada temprana en la que Manu Molina avanzó con decisión de conquistador mientras el Sporting se arrugaba y hundía trémulo y su disparo hacía astillas la escuadra, fue la introducción de lo que sucedería después: un Real Zaragoza altivo que sumaba ocasiones frente a un enemigo descompuesto que sólo con el marcador el contra y el tiempo escapándosele de las manos intentó minimizar los daños sin conseguirlo.

Giuliano, Bermejo, Fran Gámez y Mollejo acosaron a Mariño después de que Manu Molina hubiera probado la calidad de la madera de la portería del guardameta. Ese atosigamiento que apenas cesó tuvo su origen en un plan en nada desconocido pero que esta vez se interpretó y ejecutó con una musicalidad exterminadora. El Real Zaragoza pobló el pasillo central con hasta cinco futbolistas en constante rotación que se hicieron indetectables para un Sporting sin radares suficientes para neutralizar la constante generación de juego y la velocidad de circulación del esférico. Grau y Molina capitanearon ese ejército de francotiradores que aparecían y se ofrecían por dentro. Bermejo y Mollejo, que sólo utilizaron los extremos como elemento de distracción, y Vada construyeron una superioridad coral en esa zona que inscribieron como suya en el registro de la propiedad.

El gol llegó como consecuencia de esa supremacía y precisamente con los dos actores que, en teoría, tendrían que estar en las bandas. En el corazón del campo, Bermejo lanzó un balón a la carrera de Mollejo, quien en posición de ariete se presentó frente a Mariño para batirle con un zurdazo y acompañar así a Giuliano en la lista de realizadores. La conjura de los mediocampistas se tradujo en el tanto de una estrategia para nada fortuita, en una posesión y control de las operaciones sincronizada y real. El Sporting tuvo un par de oportunidades más por la inercia del deseo de empatar que por argumentos, pero en las escasas ocasiones en que superó la trinchera de los violinistas de Carcedo, se encontró con una pétrea línea defensiva donde Gabi Fuentes mantuvo un atractivo y casi siempre ganador duelo con su compatriota Otero bajo la perenne tutela de Jair y un Lluís López con señorío para engullir a Djuka, para imponerse con rotundidad.

Los cambios, todos ellos más allá del cuarto de hora final, tuvieron como objetivo mantener el latido, la intensidad y el resultado. Bermejo, Vada y Mollejo, echando humo sus cuentakilómetros y tras una actuación ejemplar, dejaron paso a Puche, Larrazabal y Francho, que además de aguantar el tirón de los asturianos les mantuvieron en alerta. Azón regresó por un Giuliano que no halló el gol, pero que salió con la cara castigada por darla lo mismo frente a los tacos de una bota que frente a los puños y codos de Izquierdoz o Insua, a los que desquició. Y Petrovic tuvo sus minutos para desenvolverse como un emperador ancestral, desbordando en velocidad e imprimiendo jerarquía donde antes Manu Molina había gobernado el tiempo. El Real Zaragoza tiró por la calle de en medio no como atajo sino como filosofía futbolística y halló el camino hacia la victoria más personal, hacía el triunfo de un modelo seductor y convincente.

Real Zaragoza: Cristian Alvarez; Fran Gámez, Lluís López, Jair, Gabi Fuentes; Jaume Grau, Manu Molina (Petrovic, m.89); Bermejo (Puche, m.76), Vada (Larrazábal, m.76), Mollejo (Francho, m.76); y Giuliano Simeone (Iván Azón, m.83).

Sporting: Mariño; Guille Rosas, Insua (Bamba, m.72), Izquierdoz, Diego Sánchez; Pedro Díaz, Gragera; Juan, Zarfino (Cristo, m.72), Aitor (Queipo, m.65); y Djuka (Milovanovic, m.65).

Gol: 1-0 M.50, Mollejo.

Arbitro: De la Fuente Ramos (Comité de Castilla y León). Amonestó con tarjeta amarilla a Fran Gámez y Lluís López, por los locales, y a Insua, Guille Rosa, Izquierdoz y Pedro Díaz por los visitantes.

Incidencias: partido correspondiente a la sexta jornada de Liga de Segunda división disputado en el estadio de La Romareda ante unos 21.416

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