Grau es el jefe

En el corazón del equipo, Grau es el jefe. Ya asumió galones la temporada pasada antes y después de pasar por el quirófano por someterse a una ablación por unas arritmias que tuvieron en vilo al zaragocismo. Volvió como si no se hubiera ido, y en esta pretemporada, el centrocampista va subiendo escalones en su rendimiento, tanto que el conjunto aragonés es otro bien distinto si está sobre el césped o en el banquillo. En una medular donde pesan los años y no sobra el criterio, su fútbol sencillo pero de una elevada coordinación dotan al Real Zaragoza de ritmo e inteligencia. Y físicamente abarca territorio para defender, organizar y aproximarse a zonas altas. Sin hacer ruido pero con personalidad.

Los goles de Azón, Vada y Puche resultan claves para sortear un accidente de gravedad aun por estas carreteras secundarias. Pero quien cambió la cara al Real Zaragoza fue Jaume Grau, mucho más en cuanto Petrovic, que apenas aguantó unos minutos y recayó de su lesión, le dejó vía libre para amasar el balón a su gusto. Carcedo había metido al serbio de pivote para evitar que continuara la sangría y desplazó a un Manu Molina con poco oxígeno y a Grau a los volantes. El percance de Petrovic naturalizó al equipo, que se dejó llevar por una brisa más fresca en sus velas. El técnico ha traído a un hombre de su confianza para que se haga cargo de mover a la tropa, pero Manu Molina necesita tiempo y alcanzar su mejor versión para llevar los galones que luce Grau. Irá ganando energía con el paso de los amistosos aunque habrá que esperar sí le alcanza para empezar el campeonato en Las Palmas a los mandos de un equipo que respira con dificultad en el corazón del campo.

Grau se lanzó a por la victoria en el último aliento. Despegó desde tres cuartos para interceptar una pelota que el Nástic intentaba sacar jugada cerda de su área. Como le gusta a Carcedo y no lo consigue en el plano colectivo, el centrocampista aceleró sobre la presión alta y robó el balón. Dejó los honores de su esfuerzo para Giuliano, pero el disparo lo desvió un Dani Parra sobrado de reflejos. ¡Guau! con Grau.

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