Gueye, una cuestión de estado bananero

Entre la preocupación por el descenso por mucho que se insista desde la institución y desde el vestuario en que es un tema más que superable, la lesión casi vitalicia de Azón que nadie explica con concreción y la sequía goleadora del equipo en general y de Giuliano en particular, se ha colado a estas alturas un debate absurdo en estos días de tormentas mucho más importantes. Todo porque Esctribá, entre la sinceridad que le caracteriza y le sobra en casos como este, dijo que no había sacado a Pape Gueye contra el Burgos para evitar el runrún de la grada. Se le agradece ese ir de cara, pero su explicación se quedó corta de franqueza y de prevención. Podría haber dicho lo que todo el mundo y él mismo piensa, que el senegalés no aporta absolutamente nada porque es un fichaje ridículo e inservible. Si es pedir mucho semejante declaración, que lo es, al menos tuvo la oportunidad de explicar el porqué no contó con el delantero con un simple argumento técnico que no dejara al futbolista más expuesto de lo que está a sus propias limitaciones profesionales. Hay que recordarle que el mismo murmullo de la grada lo vivió Ratón y no tuvo el mínimo problema en darle la titularidad… Por otra parte, en su balanza olvidó que Simeone, con calambres y visiblemente agotado, pudo haber sido víctima de una lesión por proteger el bienestar anímico del equipo.

Escribá ha salido esta mañana al paso para ratificarse en las causas de su decisión y ha puntualizado que eso no quiere decir que Gueye no vaya a jugar sólo fuera de casa sino todo lo contario, que lo hará tanto a domicilio como en La Romareda. ¿Entonces? ¿Para qué se frenó su entrada al campo? El Real Zaragoza vive una vez más dentro de un estado bananero, producto de otra temporada frustrante y en la que se suceden capítulos de complicada justificación. El entrenador valenciano, posiblemente uno de los mejores valores del club en estos momentos, está sufriendo la erosión de verse en una tesitura que no contemplaba cuando relevó a juan Carlos Carcedo. Sin duda su meta no era luchar por la permanencia sino exprimir al máximo a la plantilla para aproximarse a objetivos más ambiciosos, lo suyos también, por supuesto. No es que viniera sin información, aunque no del todo informado, sino que desde la dirección general y la deportiva han colaborado para empeorar un contexto ya de por sí enrevesado y aumentado por las lesiones de Azón y Mollejo. Uno de dos los refuerzos de invierno es Alarcón, un futbolista menor que está sentado en el banquillo y que debería haber musculado el centro del campo.

Hace mucho tiempo que Gueye dejó de ser un problema una vez que no pasó el control de calidad de Carcedo, de Escribá y del público pese a que Sanllehí y la propiedad vieran un filón en el africano, que segurirá ligado al fondo de inversión, como ya adelantó esta web, por contrato al finalizar la temporada. Que hoy en día sea presentado como víctima de una grada insensible es de un oportunismo intolerable. Gueye se merece todo el respeto del mundo siempre y cuando su comportamiento en los entrenamientos y en los minutos que se le ofrezcan en los partidos sea el de un profesional comprometido. Como no hay pruebas fehacientes de lo contrario, es uno más aunque parezca uno menos. Se ha ganado ese mismo respeto que no se tiene con al aficionado, que asiste de mero espectador a encuentros indigestos, peligros de descenso y una tiránica ausencia de victorias y goles en La Romareda como consecuencia de los errores de cálculo de unos dueños sin más vínculo con el equipo que palabras vacías de contendido y continente. Antes habría ardido el estadio; ahora se escucha un runrún. Felices deberían estar Escribá y Gueye de estos fuegos de artificio por semejante memez.