José Ángel Zalba, el último mohicano

El club le ha dedicado un pequeño homenaje. El club lleva tiempo dedicando pequeños homenajes a los más grandes. El próximo 19 de abril, se cumplirá 50 años de la llegada a la presidencia del Real Zaragoza de José Ángel Zalba. Un día después de jugar en Gijón y hacerse oficial el descenso del equipo a Segunda, un joven empresario de 29 años que viajaba a los partidos en coche con los periodistas en los desplazamientos fue elegido por los socios para dirigir la entidad en lugar de Alfonso Usón, de cuya directiva había formado parte durante poco más de un año. Zalba cumplió una segunda etapa en el cargo, de 1988 a 1992, convirtiéndose así en el último presidente electo y el que más tiempo ha estado en el cargo. Con la llegada de las Sociedades Anóninas Deportivas, el fútbol pasó a manos particulares. «Empieza la transformación del deporte y su ajuste a la realidad», declaró el secretario de Estado, Javier Gómez-Navarro, en julio de 1991. Y subrayó. «Nadie respondía antes de las pérdidas. Pero ahora los clubes se gestionarán mejor porque sus dirigentes tendrán que cambiar al deber responder del dinero de los accionistas», recalcó.

Con perspectiva, y en el caso concreto del Real Zaragoza, la Ley fue ultrajada y durante su vigencia ha puesto en entredicho si las SAD supusieron un error histórico. Zalba, al igual que el club, no tuvo experiencias muy felices con ese giro financiero con pretensiones proteccionistas y supuestamente vanguardistas. Hace cinco décadas, cogió el equipo en Segunda y después de tres entrenadores, Rosendo Hernández, Jugo e Iriondo, logró que el conjunto aragonés regresara a la élite. «Formé una junta directiva de gente con experiencia en el deporte que quería colaborar en todos los aspectos», explica. «Teníamos una gran ilusión y no cobrábamos nada. Firmamos un aval y no se dejó de pagar un sueldo a ningún jugador ni en la primera y en la segunda época».

Consiguió que Banca Catalana le cediera unos terrenos para construir la Ciudad Deportiva. «Los chavales iban a entrenarse en Torrero, desaparecía la ropa de los vestuarios y teníamos que estar pidiendo favores a otros clubes de Zaragoza para que nos dejaran trabajar en sus campos». Gracias a la información que le ofrecían Ocampos y Blanco y al puntual seguimiento del mercado sudamericano por parte de Avelino Chaves, dio forma a los Zaraguayos, uno de los grandes equipos de la historia zaragocista. «Fuimos subcampeones de Liga, algo que nunca más se ha logrado, jugamos la primera final de la Copa del Rey contra el Atlético y participamos en Europa». Y descubre que el fichaje de la gran estrella del momento, Nino Arrúa «no supuso un gran desembolso para nosotros. Lo tenía comprometido el Atlético y se filtró que iba a ser cedido. Hirieron el orgullo del futbolista y aprovechamos la coyuntura para hacernos con él».

Tenía amistad y se trataba con Santiago Bernabéu y Agustín Montal, presidentes del Real Madrid y del Barcelona. «Bernabéu, que me daba consejos constantemente y hasta me leía la cartilla si decía algo subido de tono en la prensa porque me veía muy joven y me apreciaba, vivía en una barraca en Santa Pola y le iba a visitar de vez en cuando. Yo era un chaval y les hacía gracia. Me ayudaron mucho en lo personal y en lo deportivo«, cuenta el expresidente zaragocista. No hace filtro alguno con los entrenadores ni con los jugadores que trufaron sus mandatos. Prefiere ser prudente y justo con todos. Aun así, reconoce que «con Carriega tenía un un trato muy próximo. Más tarde, también con Víctor Fernández, que no hacía buenas migas con Radomir Antic, un técnico con un carácter muy fuerte». De los futbolistas escoge por cariño a José Luis Violeta. «Le conocía de siempre, pero aquel detalle de quedarse con nosotros cuando el Real Madrid me llamó para ficharle…».

Lleva una pequeña espina clavada. «Fui presidente del Comité Organizador del Mundial de Fútbol de 1982 y quizás me equivoqué porque desatendí algo el equipo, que terminó descendiendo». Antes había conseguido llevar a buen puerto la ‘Operación 25.000′, una campaña que pretendía y logró alcanzar esa cifra de socios gracias a una amplia implicación de la ciudad, de los medios y de los artistas. «Recuerdo que participaron Paco Martínez Soria, Zori Santos… La ciudad se volcó con el equipo». En 1992, Alfonso Solans Serrano se hizo con la mayoría de las acciones, estuvo un corto espacio del tiempo a su lado y puso fin a su trayectoria en el Real Zaragoza sin olvidarse de los pequeños accionistas a los que representa. Un hombre de fútbol y para el fútbol con sus flirteos taurinos. El último mohicano, el último presidente del pueblo zaragocista.

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