La Copa tóxica

Lo que debería ser una fiesta al margen del resultado, instalada nada menos que en el día de Reyes  en el contexto de una día mágico, quién sabe si dentro del envoltorio de un partido muy competido y hasta emocionante, llega dentro de una Copa con todo tipo de venenos (18.00 DANZ). Ya no es que interese seguir o no en el torneo donde el Real Zaragoza sembró su leyenda, sino que lo mejor en estos momentos es que esta eliminatoria ni se celebrase. Porque no existe la mínima posibilidad de sorprender a un Sevilla que saltará a La Romareda muy interesado en continuar adornando en esta competición su espectacular temporada en Liga y, sobre todo, porque el conjunto aragonés está hecho un trapo. Descubrió en Anduva lo que era una evidencia, que carece de las herramientas básicas para ganar encuentros, y ahora mismo es un equipo absolutamente a la deriva tras el brusco giro que deberá dar a su objetivo, luchar por un ascenso que tuvo más solidez en el deseo que en la realidad por el de emplearse a fondo para evitar el descenso.

Ni el planteamiento de bálsamo psicológico tiene cabida para justificar esta cita de la que se ausentarán, además, otros dos futbolistas infectados por covid en las últimas horas. Tampoco el de ofrecer minutos a profesionales menos habituales en las alineaciones. Muy al contrario, podría suponer otro hachazo para delicada moral de un Real Zaragoza que lo último que necesita son más derrotas aun catalogadas dentro de lo presumible. Tampoco la afición está para muchas bromas. Desilusionada y avergonzada por el pobre rendimiento en Miranda de Ebro, descarga su ira sobre jugadores y entrenador, pero no se confunde cuando ha de apuntar directo al corazón de otra desastrosa planificación: los propietarios del club, a quienes contempla como principales culpables de una nueva traición socio-deportiva. La Romareda no va a ser un lugar cómodo para nadie en este compromiso que lo carga el diablo. Ni para los jugadores elegidos, expuestos a lo imposible, ni para el seguidor que decida acudir al estadio para ver sufrir de nuevo a su equipo, ni para los directivos que se sienten en el palco, cuya representación principal seguramente evitará el partido para no verse salpicada por una lluvia de reproches.

En la Copa del Rey, en día de Reyes, nadie espera más regalo que otro trago tóxico servido, como siempre, por unos dirigentes apoltronados en la desidia.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *